viernes, 28 de marzo de 2008

Tora, se llamará Tora.

Durante el día de hoy he estado decidiendo que se llamará Tora, de pastora. Es un nombre que considero apropiado debido al lugar de donde proviene, un pequeño pueblo perdido en medio de la nada cerca de los Monegros.
Comimos Penélope y yo en el restaurante de una Área de Servicio de la zona, en la autopista, y preguntamos acerca de cómo llegar al pueblo de Farlete. El encargado del restaurante, con el plano en la mano, nos lo indicó, pero como están haciendo obras de mejora de los accesos, que curiosamente los empeoran y tienes que dar una larga vuelta, nos liamos.
No hubo manera, ni el GPS del coche localizaba Farlete debido a que no existe ninguna calle registrada y parece ser que si el pueblo no sale en el GPS ¡No existe!
Nos detuvimos en una gasolinera y al preguntarle al encargado por el pueblo en cuestión, pensó que era una broma y me dijo literalmente:
-No tengo ni p... idea -educadamente, claro.
De la gasolinera al pueblo de Farlete hay unos catorce quilómetros solamente.
Entonces le pregunté por el pueblo más cercano, Villamayor y sí me supo indicar, pero tuvimos que dar a una señora vuelta.
Una vez encontramos Villamayor fue todo coser y cantar y llegamos con facilidad.

Rural y desértico, en un cubierto cerrado y con barro en los zapatos, fuimos a buscar a Tora.
A pesar de que habíamos visto las fotos de la camada, no teníamos claro qué cachorro nos quedaríamos, teníamos que escoger entre tres hembras.
Ariadna me había dicho:
-Escojáis la que escojáis, me parecerá bien, pero si es la de tres colores, mejor -presionando.

Y es que ella ya había escogido, nuestros vecinos acaban de adoptar una Border Collie tricolor de tres meses y ya nos habíamos hecho a la idea.
Una vez dentro de la cuadra donde estaban los cachorros con la madre, me agaché en un rincón para hacerles una foto. A punto para disparar percibo un movimiento entre mis rodillas y veo a uno de los cachorros que no había ido a mamar de la madre como los demás. Casualmente era tricolor y le dije a Víctor, el criador:
-No me digas que se ella.
Se la mira y dice sonriente:
-Pués sí, esa es.
-¿Has estado preparándola toda la noche para esto o qué?
Nos reímos de la actitud de Tora.
Y así fue, no quise si siquiera fijarme en las otras dos hembras, fue Tora quien nos escogió.

Viaje tranquilo, aparte de las cuatro veces que tuvimos que detenernos entre los primeros cien metros y los cinco quilómetros -había comido pienso y mamado leche de su madre.

En casa, después de darle jabón cuatro veces en la bañera y un buen secado, un pipí aquí, una caca allí y a comer el pienso, ¡Que tengo hambre!
Espero que con los días vayamos acostumbrándola a su nombre: TORA.
(Con esto me refiero también a mis hijos, claro)


miércoles, 26 de marzo de 2008

Nuevo miembro en la familia.

Quiero presentar a Tona o Kalima, Kalima de Tona o Tona de Kalima.
Bueno, supongo que al final se llamará Tona, por los niños.
Nació en un pueblecito de Zaragoza llamado Farlete el día 26 de enero de este año, por lo tanto, hoy ha cumplido los dos meses de edad y empieza a formar parte de nuestra familia.

Reencontrarme con antiguas sensaciones vividas es un verdadero placer, a pesar de los riesgos en casa, ya se ha peleado con un perrito de peluche de Joel y con el pijama y los largos cabellos de Ariadna.
Esta es Luna, su madre.
El viaje a casa.


Ha dormido y se ha portado muy bien.


domingo, 23 de marzo de 2008

40 Aniversario, gracias.


Este ha sido el regalo de cumpleaños que me ha hecho la naturaleza. La primera imagen que mis ojos han contemplado esta mañana, como tantas otras, pero, casualmente, hoy el Montseny lucía de manera diferente.
Gracias a todos por los mensajes de felicitación recibidos en mi 40 aniversario, a los que habéis venido y a los que no han podido venir. Gracias por regalarme vuestro tiempo.
Muchas gracias a todos los que habéis colaborado en la medida de vuestras posibilidades a hacer que este día haya sido uno de los más emotivos de mi vida.
Finalmente quiero agradecer de manera especial a mi esposa, Penélope, que haya preparado todo con el cuidado necesario para que realmente fuera bien.



sábado, 22 de marzo de 2008

Adiós treinta y tantos ¡Bienvenidos cuarenta!

Me despido de los treinta y tantos para iniciar el periodo de la madurez: los cuarenta.


Suena a algo fuerte para mí, pero como siempre he mantenido que no me importaba nada llegar a esta cifra, tengo que decir que no me importa y que estaba un poquito equivocado.


De alguna manera me afecta, no por que sea crítico, sino por el respeto que eso me infunde y lo que significa.


Cuando alguien me pregunte la edad, ya no podré hacer como antes:
-Treintaaaaa yyy... hasta que encontraba la última cifra y respondía... nueve, treinta y nueve.
Quizás a partir de ahora diré:
-Treintaaaaa yyy... ¡Cuareeeenta, almendras con menta!

Supongo que saldremos a cenar con mi esposa y unos amigos y mañana haremos reunión familiar, pero todo eso es sólo suponer, porque la verdadera sorpresa sería quedarme en casa con la familia, aunque no tengo la más remota idea.

Sea lo que sea, seguro que estará hecho, pensado y currado con mucho amor e ilusión por parte de Penélope con la colaboración de toda la familia y amigos.

A todos os quiero y aprecio, también a los que no puedan venir por cualquier motivo.

Deseo muchas cosas buenas, pero sobre todo inmateriales, para no caer en el error de responder a la pregunta de si soy feliz, diciendo que sí mientras recito la lista de aquello que he conseguido en la vida a base de esfuerzo y trabajo, amor y paciencia, aunque seguro que forman parte de mi felicidad.


¡Salud para todos los amigos que leéis el blog y a los que no también, pero como yo no puedo, ya se lo haréis saber vosotros de mi parte!





viernes, 21 de marzo de 2008

Oido sin querer.

A veces oigo ruidos o conversaciones en la calle escudado tras la discreción que me proporciona la valla de arbustos del patio de casa y, la verdad, se dan situaciones curiosas.

No es que me siente en una silla a escuchar, que podría, sinó que se trata de meras coincidencias, ya que delante de casa pasa poca gente.
Pasa gente como:
El hombre que pasea a su perro y de repente se echa un pedo, y piensas: Podría esperar que pasara un coche para disimular ¿No?
Pero como la persona en cuestión se cree sola en la calle... y en realidad lo está. A veces hay pedos que necesitarían que pasara un trailer entero para disimular el sonido de trueno ametrallado.
También hay quien, justo después de soltarlo, arrastra los pies con la intención de que el ruido de los zapatos imite a la perfección el del pedo, pero no es lo mismo rozar la suela del zapato contra el suelo que expulsar gas haciendo vibrar las nalgas del culo.
La otra variante de éste sería la tos para tapar. Y tú piensas: Como el primero, ninguno.
A veces no hace falta llevar móvil para que los demás oigan una conversación privada, como el otro día, mis oidos, sin serlo, hicieron de fisgones.
Oigo que se acerca un grupito de gente por mi calle. Dos hombres y dos mujeres. Mi imaginación me dice que si los pudiera ver, pensaría que ellos hablan de cocina o de los hijos y ellas de fútbol o política, o a la inversa, no estoy seguro, tópicos típicos.
Deduzco que se trata de dos matrimonios que, a juzgar por sus voces y la manera de expresarse rondarían los sesenta años, pasean a media tarde, después de comer.
Ellos dos van delante y ellas unos metros por detrás, al más puro estilo japonés.
Dejo lo que estoy haciendo y permanezco inmóvil. No puedo verlos, ni siquiera lo intento, estoy detrás de la valla del patio de casa pensando que puede servir para un escrito en el blog.
Una vez pasan por delante de mí, el lugar justo dónde las palabras toman sentido y se pueden entender, escucho la conversación de ellos:

... pues a éste que te digo, Ricardo Corazón de León, lo coronaron rey de Inglaterra, pero aparte de eso, estaba por otras cosas, cosas así más como de mariconería, por que él era marica... si hasta se lió con su cuñado, al menos eso decían...
Instantes después, la de ellas:
... a mi marido le gusta mucho el rabo de toro, además le pongo una patata para chuparse los dedos... y la sopa de ajo me queda divina, pero lo que más el rabo de toro, le vuelve loco...
La conversación no me decepciona en absoluto, a pesar que me han echado por tierra tópicos típicos.
¿Son cosas mías o es que sólo hablaban de sexo?


jueves, 20 de marzo de 2008

Lecturas curiosas y habituales.

Por la mañana, mientras desayunamos en casa, escuchamos la radio para ponernos al día de lo que pasa en el mundo. Los ojos dormidos de mis hijos se clavan en la caja de cereales y leen en voz alta hasta que les llamamos la atención por que es tarde y tienen que ir al colegio, además, casualmente, el punto más álgido de la lectura coincide con la pequeña sección de deportes de la radio minutos antes de las ocho.





Leer mensajes en las cajas es un fenómeno parecido a cuando estás sentado en el inodoro y lees las etiquetas del champú, la marca de las toallitas húmedas, las frases que hay en los enormes paquetes de pañales -ahora ya no compramos, afortunadamente.


He aprendido más portugués en el lavabo que escuchando temas brasileños de Djavan o Caetano Veloso.


Si el lavabo es demasiado grande para llegar a distinguir el texto de las etiquetas, acabas mirando al suelo y buscando caras en el dibujo de las baldosas.

Es preferible la baldosa antigua a la cerámica actual, parece que tiene más solera e historias que contar. Las aguas blancas en la baldosa rojiza del lavabo de la casa rosa eran espectaculares. El terrazo no es muy generoso en caras, es más rico en formas, cubistas por descontado.






Daría para hacer un programa entero de Cuarto Milenio, de Iker Jiménez en la cadena Cuatro, la progre, lo imagino diciendo:
Observamos las imágenes del suelo, son caras de algún espíritu que quiere manifestarse, realmente son espeluznantes y ponen los pelos como escarpias.




No sé cómo se lo hace la gente para leer un libro mientras hace el cuatro en el lavabo, lo he probado alguna vez, pero se me duermen las piernas y el culo. De hecho, se me duermen aunque no lea debido a que -y no querría ser escatológico por que seguro que es hora de comer- me distraigo con facilidad, muchos pensamientos llenan mi cabeza e incluso me olvido de qué hago allí.

Cuántas frases célebres, poemas y canciones se han hecho en la intimidad de un lavabo.
¡Luego sale lo que sale! ¿Qué pensaría el autor de uno de esos libros al saber que su obra ha sido leída íntegramente en el lavabo?
Probablemente le sería indiferente, mientras el libro se lea, no es relevante dónde se haga, pero otra cosa realmente importante es que al lector de inodoro no se le agote el papel higiénico.

De pequeño me quedé dormido en la taza cuando todavía no alcanzaba el suelo con los pies. Abrí los ojos en el preciso momento de estampar mi frente en el suelo. La marca que quedó en la baldosa sería digna de estudio en Cuarto Milenio, pero la marca en mi frente era de película de terror. En la actualidad, de vez en cuando, tengo este sueño, estoy sentado en la taza y me duermo, abro los ojos justo cuando estoy a punto del batacazo, me sobresalto en la cama y despierto asustado.

¿No habéis estado nunca en un vagón de metro o de tren, con un desconocido al lado leyendo tu periódico o revista? Te sientes observado y percibes otros ojos, aparte de los tuyos, sobre el papel, leyendo o mirando las fotos. Yo lo he hecho alguna vez, es inevitable.
Cuando estudiaba en Barcelona me sucedía a menudo esta situación y la verdad, es un poco incómodo por que no sabes nunca si pasas la página antes que hayan terminado de leerla.
Ojos extraños que invaden tu intimidad.
Es un acto involuntario, no creo que nadie lo haga queriendo. De todos modos, no es tan importante si quien lee es la persona de enfrente como si es la de tu lado, a la de enfrente no le molestará que pases las páginas y pronto habrá acabado.
Siempre tenía la tentación de pedir permiso para pasar hoja del periódico...



miércoles, 19 de marzo de 2008

Día del padre

Conocí a mi padre siempre con la barba puesta, incluso pertenecía a una asociación de barbudos del pueblo.

Un día volviendo de la escuela con mi hermano y mi madre, rondábamos los seis y ocho años, nos detuvimos en la acera de enfrente del edificio donde vivíamos para cruzar la carretera y, desde allí, levanté la mirada y descubrí que en la ventana de nuestra cocina un señor nos saludaba y reía.


Era un hombre más joven que mi padre y movía la mano hacia sí mismo para que subiéramos. Miré a mi hermano atemorizado. ¿Quién debe ser?

El hombre de la ventana continuaba riendo y haciendo señales con la mano.

¡Qué miedo! Yo movía la cabeza de lado a lado y ambos buscamos la mirada protectora de mamá, pero ella aún no se había percatado.
-¡Mama, hay un señor en casa!
Ella alzó la vista y se echó a reír:
-Es vuestro padre ¡Se ha afeitado la barba!


Me supo mal no haber reconocido a papá.
No recuerdo con certeza si después se la dejó crecer un tiempo, el caso es que hasta el día de hoy, lo he visto sin barba y es preferible, sobre todo cuando le doy besos.
Es un hombre muy independiente, no es amante de ataduras, yo soy más como mi madre, siento más apego con mis hijos. Desde que mis padres se separaron, cuando yo tenía dieciocho años, cada uno por su lado ha ido rehaciendo su vida y los hijos hemos mantenido una relación dispar con él.
Poco a poco y con el sucesivo nacimiento de nietos, ha ido llenando el vacío que quedó en nuestros corazones.
Hace once años que puedo celebrar esta fecha.
Me siento padre orgulloso de serlo. Quería criar a mis hijos y lo conseguí. Con Ariadna lo pude combinar mejor que con Joel por cuestión de trabajo, pero cada vez que puedo y que el trabajo me lo permite, aprovecho para estar con ellos a pesar de que cada vez se me hace más difícil, Ariadna reclama más libertad y Joel también, yo también reclamo la mía a veces, claro.
Quiero aprovechar el blog para felicitar a mi padre, a quien el destino tenía preparado un futuro incierto, pero le quiero agradecer que, como padre, haga el esfuerzo de recuperar todo aquello que perdió.
También es abuelo de mis hijos y de mi sobrino, ahora es el momento de disfrutar de todos ellos.
También quiero felicitar a todos los padres que se sientan orgullosos de serlo, además de los Josés y Josefas, Pepes y Pepas de todo el mundo.



martes, 18 de marzo de 2008

¿Cobertura total? No gracias.

En los tiempos en los que todavía no había la generalización de los teléfonos móviles de la actualidad, los pocos usuarios que tenían móvil habían pagado una verdadera fortuna por ir adosados a un ladrillo de color negro, tipo maleta de viaje que pesaba poco menos que una cabina telefónica, eso sí, eran la envidia de muchos.

Escuché a un personaje de estos que iba gritando por la calle a su esposa diciéndole que no se demoraría y que ya llegaba a casa, que dices: ¿Era necesario pagar una llamada a precio de conferencia para eso?
También se hacen llamadas como ésta ahora, pero son más económicas, creo.
El fenómeno de la movilidad permite infinidad de situaciones curiosas y abre indiscretamente tu intimidad a los demás.

Tendríamos que procurar no levantar la voz cuando hablamos por el móvil dentro de un restaurante, ya no es necesario presumir de teléfono, lo tiene casi todo el mundo. Por otra parte, si estamos comiendo o cenando ¿No podríamos regalarnos un descanso de cobertura?

En uno de aquellos paseos con Nuska, nuestra querida perrita.
Paseamos por la mañana en un parque, me siento privilegiado por poder disfrutar del canto de los pájaros entre pinos, cerca de una pequeña cascada de agua que hay en el riachuelo cerca de casa, naturaleza en estado puro. Nuska se remoja las patas mientras lame el agua y me mira juguetona para que tire una piedra al agua, le gusta mucho jugar con piedras.

Tan pronto como me agacho, un sonido artificial y estridente rompe mis pensamientos, me doy cuenta de que no soy la única persona en el parque:

-¿Síiii?
- ...
-¿Qué tengo que hacer?
- ...
-Ahora estoy muy liado, estoy en la ferretería comprando material y después iré hacia allá tan pronto como pueda... -me mira buscando complicidad, yo no quiero mirar a Nuska para que no ladre.
- ...
-¡Muy bien, hasta ahora! -cuelga y me dice:
-No me dejan respirar.
-Apágalo, todavía hay zonas de no cobertura -le digo.
-¡Vaya, tienes razón, no había caído!
-Hay que aprovechar estas zonas mientras podamos. Pronto no tendremos ni esa excusa.
Fue hacia su furgoneta y se incorporó al mundo real, al de la cobertura.

Lanzo una piedra al agua y Nuska la va a buscar. Los pájaros vuelven a mi pequeño mundo y yo con ellos.

Llevo el móvil apagado en el bolsillo, no tardaré mucho en volver a la cobertura...



domingo, 16 de marzo de 2008

Programación infantil, sábado tarde.

Mi hijo de siete años vio ayer la película: Las tortugas Ninja 2: El secreto de los mocos verdes en la cadena Cuatro, de 16.30 a 18.00 h. cadena progre entre las progres. Se la dejé ver porque según la calificación moral era apta para todos los públicos.

¿No criticaré el título asqueroso, a pesar de que la versión original no hace referencia explícita a los mocos, sino al lodo que se forma en el fondo del agua estancada, ni en si contiene más o menos escenas de violencia, a fin de cuentas son ninjas y no esperas precisamente que sean angelitos los ninjas, pero en cuanto a la traducción para el doblaje, realizada por nosesabequien según consta en mis investigaciones, pienso:


No existe una expresión válida y apta para la exaltación de alegría que hacen las tortugas al final de la película -al menos las que yo escuché un par de veces- donde los cuatro protagonistas chocan las manos diciendo:

-¡De puta madre!

Con lo rica que es la lengua de Cervantes en expresiones más o menos acertadas para dar a entender el mismo concepto, pero no, claro, para un traductor de películas es más fácil eso ¿No?

Quizás es que en la versión original gritan:

-¡Mother fucker! que viene a decir lo mismo. Aunque así fuera, no sería lo mismo traducirlo por:

-¡Fantástico! ¡Fabuloso! O incluso ¡OK!

Un OK estaría bien, podría expresar que no hay bajas -0 killed- entre los tuyos y respeta el carácter USA de la película.

Seguro que no habría muchas quejas por parte de los padres en este sentido y como a las tortugas no se les puede leer los labios, nadie notaría la diferencia.

Se hizo con la película Terminator donde cada vez que el Arnold Schwarzenegger decía:

-Hasta la vista, baby... en España era traducido por un: -Sayonara, baby...
No critico este cambio, quizás se trata de cambiar el idioma como cuando en una película americana doblada al catalán los del servicio, latinoamericanos generalmente, continúan expresándose en castellano. Uno de los casos más flagrantes sucedido aquí, en nuestra TV3, fue la serie de humor Hotel Fawlty, donde nos hicieron creer que Manuel era un camarero papanatas mejicano, pero en la versión original era un camarero español, de Barcelona. No hubiera gustado aquí eso...

Volviendo a Cuatro, qué se puede esperar de una cadena que programa Pressing Catch sábados y domingos a las 15.30h. Tendrían que hacerlo de madrugada y los padres nos ahorraríamos tener que razonar y dar explicaciones a los hijos contaminados de esta moda.

Alguien dirá que es un espectáculo y que no se hacen daño, ¡Estaría bueno que escupieran sangre al público a cada puñetazo!

Para espectáculo que repongan Los Payasos de la Tele o el palindrómico Circ Cric de Tortell Poltrona.
-¡Ah, no! Que es la cadena progre...

¿Qué elementos consideran válidos las personas que establecen la calificación moral del cine?¿Es necesario que los niños, empeñados por otra parte en ver estas películas, reciban este tipo de estímulos?

La primera vez que oí la palabra puta fue en el Belloch de la boca de un niño para insultar a otro llamándole: hijo de puta. Teníamos la misma edad que mi hijo, siete añitos y me quedé a escuchar cómo el profesor presente, Cayetano Rilova, reñía al insultador, que evidentemente no era consciente de lo que acababa de decir, explicándole el sentido de aquella expresión.

Casualmente esta semana me llamó la atención la profesora de Joel porque a la hora de comer había insultado a una monitora del comedor. La versión de mi hijo era que había sufrido un agravio comparativo, ya que no le dejaban jugar con unos neumáticos del patio por miedo que se hiciera daño, pero en cambio a otros niños no les había dicho nada. La respuesta de mi hijo fue contestar a la monitora diciendo: mierda podrida.

Quizás la próxima vez -espero que no pase- Joel utilizará una expresión más parecida a la de la película y ya tendremos un nuevo conflicto.

¿La culpa?
Nuestra, los padres no sabemos educar, seguramente sea cierto, tendríamos que empezar por denunciar casos como éste y no permitir ver a los niños estas cosas, pero aun así, siempre habrá algún padre que, para evitar razonar con su hijo, apriete el botón del mando del canal Cuatro y ensucie la mente de su hijo con escenas patéticas de hombres medio desnudos. ¿O tal vez sea una excusa del padre para poder disfrutar del espectáculo femenino de Pressing Catch? Éste, sobre todo, lo tendrían que programar de madrugada.


sábado, 15 de marzo de 2008

Historias para no dormir

He estado muerto de miedo en multitud de ocasiones, la mayoría de niño, claro, excepto con la niña del exorcista que no quiero ni recordar.

Mi abuela Matilde, madre de mi padre, siempre hablaba del fraile mutilón quien, según ella, era un fraile que aparecía si no te portabas bien, venía y te cortaba una mano u otra parte del cuerpo. Bonita historia, muy educativa.

Alguien me explicó la historia de la mano negra que aparecía si tirabas la cadena del inodoro tres veces seguidas y no estoy seguro de si te mataba o te zurraba, por si acaso, nunca lo hice -hoy en día con la sequía que sufrimos en general, recomiendo hacerlo menos de una vez-.

Un verano en L'Escala estábamos con nuestros tíos, Paco y Juani. Aprovechando que yo era el mayor de tres hermanos y tenía la historia de la mano negra bastante reciente, se la conté a mis hermanos y a mi primo Albert. Ellos escuchaban atentamente y mantenían los ojos -preciosos todos, por cierto- abiertos como platos.

Por la noche, mientras todos dormían plácidamente, yo me moría de miedo e iba a la habitación de los tíos:

-Tengo miedo!

Era una pesadilla, me hallaba en la cama, rodeado de caballeros con armaduras sujetando velas con las manos enfundadas en... ¡Guantes negros!

Me cubría con la sábana hasta el último pelo de la cabeza, me costó mucho desprenderme de aquellos caballeros. Muchas veces me asfixiaba de calor bajo las mantas y sábanas hasta que al final asomaba la nariz para poder tomar algo de aire.

Aquellas experiencias causaron secuelas que me duraron hasta ya de mayorcito, dormía tapado hasta las orejas, mientras pensaba:

Si vienen los caballeros me arrancarán la nariz y los ojos, pero las orejas ¡No podrán ni tocarlas! -curiosamente mi hijo hace lo mismo-.

Estábamos unos cuantos amigos y amigas en el patio de la casa del Pedró de Palamós a los catorce años. Al anochecer contábamos casos de fenómenos paranormales, historias extrañas para poner los pelos de punta, cerca de la puerta de la calle de abajo, donde teníamos una hamaca colgada de un árbol.

Alguien que pasaba por allí nos oyó y se quedó a escuchar. Esperó paciente a que la historia llegara al punto más álgido y cuando ya teníamos el grito a punto de salir, quien fuera tiró por encima de la valla una bolsa de basura que cayó a nuestro lado. Gritamos todos a una. ¡Qué Susto!

Dejamos de explicar historias porque nunca supimos si aquello había sido fruto de algún vecino o de una fuerza paranormal.

Sufrí el primer impacto a los nueve años. Era un sábado por la tarde, mi madre trabajaba en la peluquería del piso y nosotros estábamos en casa de Edu, el vecino de abajo. Aquel día tocaba sesión de cine en TVE y habían programado una película muy oportuna para una tarde-noche de sábado, El hombre lobo. Asumí que era lo bastante mayor para ver aquella película que decían daba miedo. Nos sentamos con la familia de Edu, abuelos incluidos, delante del televisor para pasar un rato agradable, pero tan pronto como empezó la película, vi que aquello era demasiado para mis nervios. Me mordía las uñas y miraba de reojo la tele hasta que no lo pude soportar más y me levanté.
-¿Qué te pasa Sergi? -me preguntó la madre de Edu, dulcemente.
-Me parece que tengo un poco de hambre...
Ella esbozó una sonrisa.
Me fui acercando a la cocina, pero desde allí todavía podía ver algunas imágenes de la transformación, me agachaba detrás de la butaca de uno de los abuelos, entonces iba hacia el recibidor desde la cocina, pero allí también llegaban las imágenes... ¿Quién había diseñado aquel piso, un malvado arquitecto pariente de Dràcula? La madre de Edu se preocupaba, pero los demás se reían de mí.

Ella me decía:

-Tranquilo Sergi, no pasa nada, sólo es una película.
Sí, ya lo sabía eso, me moría de ganas de decirle que dentro de mi cabeza aquello era una realidad, sabía a ciencia cierta que no podría pegar ojo en semanas, pero no se lo dije, me hice el valiente. Quién me mandaba a mí ir a ver la tele a casa de Edu. No tenía escapatoria, volvía al comedor sin uñas y sin yemas en los dedos, podía saborear, incluso, los huesos de los dedos entre la carne ­­­-me estava comiendo a mí mismo de los nervios.

Respiré aliviado cuando terminó, pero las malditas imágenes continuaban en mi cerebro y estuve meses pasándolo mal por las noches. Desde aquel episodio, quedé marcado. En todas las películas en las que hay alguna transformación extraña, se me pone la carne de gallina y unas cosquillas me recorren la espalda para estallar en mi cogote. ¿Qué decir del Thriller de Michael Jackson? ¡Me pilló mayorcito, pero me erizó la piel al final!

De la película Lobo sólo quise ver las escenas donde aparecía Michelle Pfeiffer, por ella, no por Jack Nicholson, y eso que ya tenía una edad.
Michelle Pfeiffer

Michelle Pfeiffer (aprovecho para colar una foto).

En Palamós, para hacerme el valiente, fuimos con mi hermano y las novias al cine a ver doble sesión: Viernes 13 y Al final de la escalera. ¡Qué hartón de sufrir, pero tenía que aguantar, tenía catorce años y mi hermano, doce!
No entiendo qué hay de agradable en pasarlo mal al ver una película, por eso me gustan más las películas de risa, de aquéllas que pagas, pero te lo pasas bien, no como una vez que compré un partido del Barça contra el Celta por la tele y perdieron.

En la vida real, una de las veces que he notado aquello de la piel de gallina y las cosquillas en la espalda fue un día después de ver El sexto sentido, aquélla del niño que susurra aquello de:
-En ocasiones veo mueertosss...

Como a menudo llego a casa de noche y los niños ya duermen -cada vez menos-, yo estaba en mi habitación, en silencio para no despertarlos, poniéndome el pijama de cara al armario y de espaldas a la puerta, los niños ya estaban durmiendo. Pensaba en la película, en aquel niño, en aquellas imágenes y de repente oigo una voz que susurra detrás de mí:
-Estásss aquíii...
¡Coj...nes, me cago!
Me doy la vuelta y Joel me saluda, había susurrado a mi espalda para no despertar a su hermana. Si la luz de la habitación no me hubiera mostrado la figura de mi hijo me hubiera dado un infarto de miocardio allí mismo.


En los periódicos: Hallado muerto hombre debido al saludo sigiloso de su hijo...




viernes, 14 de marzo de 2008

A punto para los cuarenta...

Mientras disfruto de los últimos días de pseudo-juventud divago...
Pasan recortes de vida por mi mente -no es que ya esté dentro del túnel viendo la luz-.
Estoy a punto de dar el salto hacia la madurez sensata, no sé si seré capaz de asumir la cordura que caracteriza a la gente de mediana edad, nunca he sido capaz de mantener un día entero de seriedad, siempre encuentro una frase a la que puedo dar la vuelta y extraerle el doble sentido, eso me hace reír.
Veo la vida en clave de humor, ya sé que no todo puede ser ji, ji, ja, ja, pero me está bien así.
Como hace años que intento renovar el carné joven y no me dejan, me he dado cuenta de que soy mayor. Uno es joven o viejo de espíritu, no de edad, al menos eso es lo que se empeñaron en hacernos ver a los creadores de un anuncio de agua embotellada: no pesan los años, pesan los kilos, de no ser así:
¿Podríamos calcular el peso de los años? Supongo que un año pesaría menos que cuarenta, entonces conforme cumples años aumentas peso, al menos en mi caso.
Es cierto, he puesto dos velas formando el número 39 en la báscula y pesan poco si lo comparamos con lo que ha marcado cuando he subido yo. Nuestra báscula cada vez se queja más de la carga que tiene que soportar.
¿Qué sensación de edad tenemos? Si no pudiéramos vernos en un espejo ¿Qué edad creeríamos que tenemos?
Yo, como reza la canción, hará veinte años que tengo veinte años... de espíritu, así es como me veo, pero físicamente no puedo hacer las mismas cosas que hacía antes.
Aunque a veces me comporte como un niño, no olvido que la vida pasa, las semanas se acortan y los fines de semana van pasando uno tras otro, y eso no se detiene.
Estoy tranquilo porque a criterio de un dermatólogo a quien ha entrevistado Toni Clapés en su programa de radio Versió Rac1, los cabellos que encontramos en nuestra almohada por la mañana, los del peine, los que quedan sobre el hombro e incluso en la ducha, no son síntoma de calvicie, lo que ocurre es que los cambiamos, del orden de ochenta a noventa cada día.
Sólo estaba divagando...

miércoles, 12 de marzo de 2008

La cajita de bombones...

La pasada Navidad tenía que ir a ver a Rosa, la secretaria del despacho que cerramos a finales de 2007.

Debido a que días antes, yo había acompañado a mi mujer a una tienda especializada en chocolate y sabía a ciencia cierta que podría comprar una igual, para no presentarme con las manos vacías en casa de Rosa, cogí de casa una cajita de bombones que mi mujer guardaba con esmero para abrirla en una fecha señalada.

Escribí una nota de agradecimiento de parte de los socios y se la llevé pensando que después iría a comprar otra igual y mi esposa mujer no se daría cuenta.

La visita transcurrió con la normalidad esperada y cuando me despedí de ella, de su hija y de su marido me dirigí inmediatamente a la tienda de chocolate con la esperanza de que ese fuera mi día de suerte.
-Hola, buenas tardes. Quiero comprar una cajita así alargada con unos bombones variados de distinto chocolate.
-Ningún problema, aquí lo tienes, escoge tú mismo.
-Pero, no tenéis unas cajitas rojas, no sé si te acuerdas de mí, vine con mi esposa hace unos días y nos llevamos una.
-Síii... mmm... -ella piensa- ¿no te va bien ésta?
-Es que tiene que ser igual, el caso es que le he regalado la cajita de mi esposa a una chica... y no quiero que lo sepa... -me estoy metiendo en un lío- bueno es mi secretaria y... -eso suena peor-.
-No, no, quiero decir que no me gustaría que se enterara... -llegados a este punto, percibo que la chica ya se ha hecho una idea totalmente equivocada de mí y me suben los colores a la mejilla-.
-No pasa nada, podemos meter esta variedad de bombones en una de estas cajas -dice ella, yo callo y me tranquilizo relativamente-.
-Sí, muy bien, así quedará bien. El caso es que he ido a verla y no quería presentarme sin nada -calla y tira p'alante, me digo- cerramos el despacho y claro está...
Pago y salgo de la tienda, el aire fresco me va muy bien a la cara.
No notará la diferencia seguro. La cajita es la misma. ¡Estoy salvado! Vuelvo a casa y dejo la cajita en el mismo armario donde estaba la otra.
Días más tarde, Penélope decide abrir la caja en una cena de aquéllas de Navidad.
Al abrirla se queda sorprendida, descubre que en el interior hay muñecos de Papá Noel de chocolate. La otra tenía arbolitos de Navidad, la memoria le falla seguro.
Pienso: ¡Qué manía que tienen algunos con las figurillas de Navidad!
¡No sólo son las figurillas, además se da cuenta que entre los muñecos de chocolate blanco y con leche, también hay muñequitos de chocolate negro, cuando a ella no le gusta.
Aquí confieso mi ineptitud.
¿Quién me mandaría improvisar?
Todavía pienso en lo que debieron hacer volar su imaginación las chicas de la tienda de chocolate... y es que el tomate ha hecho mucho daño al país.


martes, 11 de marzo de 2008

Once de Marzo

Hoy, once de marzo, cuatro años después del fatídico atentado en Madrid que nos conmovió a todos absolutamente, la casualidad ha hecho que mi cuenta atrás hacia los 40 colgada en el blog señalara lo siguiente:


Sólo quiero decir que soy bastante supersticioso y, aparte de empezar el día con "Las cosas se rompen", mi madre y mi esposa han pasado el día en Barcelona, y yo he sufrido un poco... no puedo evitarlo.

Mañana 12, buenas noches y tapaos.


Las cosas se rompen

Esta mañana nos hemos levantado de la cama con ganas de romper.

Alguien ha roto el cristal de un pequeño cuadro que tenemos en el pasillo.

Alguien ha salido de su habitación para ir al lavabo a hacer pipí y mientras caminaba hacia el lavabo, se desvelaba estirando los brazos, con tan mala suerte, que debido a que éste alguien crece, ha descolgado sin querer el cuadro y ha caído al suelo haciendo añicos el cristal. Ahora ya está en conjunción con la pareja de este mini-cuadro que no tenía cristal tampoco.


Más tarde, alguien más ha convertido en dos un calzador de plástico intentando ponerse unas zapatillas de cordones!?!

Si son de cordones me pregunto:
¿No puedes abrir la zapatilla al máximo para que el pie entre sin la ayuda de un calzador?
La pereza no es buena para nada, dice siempre a mi madre...





A la hora de desayunar, casi todos hemos roto galletas y magdalenas para mojarlas a la leche.

Y es que no entiendo que los cuadros vayan protegidos con cristal, ni que haya calzadores de plástico.
Ahora bien, considero del todo imprescindible que galletas y magdalenas se puedan romper con facilidad.



Espero y deseo que hayamos cumplido con creces el cúmulo de despropósitos de hoy.

Quiero dar testimonio de las pequeñas cosas que suceden a diario en casa, como en todas las casas, mostrando esta sorpresa de alguien que un día rompió un calzador, pero lo compensa con detalles agradables.

Hablando de galletas...
















... y de alguien que rompió un cristal y lo compensa con arte.






lunes, 10 de marzo de 2008

Atolondradas navegaciones

Mi relación con el mar es la misma que pueda tener cualquiera que, desde la tierna edad, es llevado a la playa y se zambulle en la orilla. Siempre que he tenido ocasión de navegar lo he aprovechado.
He ido y vuelto en el Ferry desde Cádiz a Santa Cruz de Tenerife diversas veces y en dos ocasiones me he encontrado mala mar, pero no ha pasado de aquí, me he acongojado un poco porque no soy, en absoluto, un lobo de mar como se diría, soy de montaña.

También a los doce años fui a Mallorca para una exhibición con el equipo de béisbol.
Remando entre barcas del puerto con mi hermano, como relato en el escrito "los buscadores de perlas", no tuvimos nunca ningún problema.
Entorno a los diez años, sufrí mucho el día que un amigo de mi padre, dueño de una lancha en Palamós, lo convenció de calzarse unos esquíes de agua. Puso la lancha a todo gas y mi padre, agarrado a una cuerda, se daba de bruces cada cinco segundos contra el agua, tenía el cuerpo y la cara colorados, yo lo pasé muy mal dentro de la lancha, no me gustaba nada lo que veía, llegué a odiar a aquel hombre, afortunadamente no pasó nada.
Un par de veces he practicado rafting, pero eso no es mar ...
Mi suegro y yo juntos somos peligrosos en el mar. Él hizo la mili en la Marina, por lo tanto, es un lobo de mar, pero yo ni hice la mili, ni llego a Chihuahua de mar.
Hemos coincidido cuatro veces contadas en una embarcación, con un resultado del 50% de fracaso, o de éxito según se mire.
La primera vez fuimos a pescar el calamar, que yo me imaginaba gigante con enormes tentáculos moviendo la barca de un lado al otro y salpicándonos tinta negra...
-¡Cuidado no te salpique tinta a los ojos! -gritaría mi suegro.
-¡Te puedes quedar ciego! -¿Dónde he oído yo eso? ¿No era por otra cosa que los hombres nos podíamos quedar ciegos?

Pero no, el caso es que íbamos a pescar calamarcitos -eso se avisa y me ahorro imaginación.
Fuimos el primo Manel de Vilanova -que en paz descanse-, el churrero de Roses, mi suegro y yo. Hasta ese día, la pesca de aficionado para mí consistía en tirar la caña con mayor o menor acierto, con boya o sin ella y esperar a que picaran, no mucho esfuerzo.
Llevábamos un cubo con una mezcla especial que hizo mi suegro a base de pescado podrido. Él había estado preparando el cebo toda la semana para el gran día, la emoción que brillaba en sus ojos no le permitía darse cuenta de aquella peste, en cambio la familia estaba amargada. ¿A los calamares les gusta eso? ¡Qué asco! ¿Cómo nos puede gustar comer calamares?
La pesca del calamar se hacía de noche, con un corcho, hilo y anzuelo, como el de los niños que no tienen caña y pasan horas en las rocas intentando atrapar un cangrejo. La primera frase que pronuncié en francés fue: ¡J'ai attrappé un crabe! Imitando a un amiguito francés en la calita de Sota Pedró justo después de cazar un cangrejo con el corcho en las manos.
Una vez tienes el corcho en la mano y sueltas hilo hacia abajo con el cebo, tienes que ir agitando arriba y abajo el brazo para moverlo -si vas a menudo te queda un brazo como el del Rafa Nadal-. Sobre todo se tiene que usar un foco potente para iluminar la zona, y tú piensas: ¿Es natural eso? ¿Quieres decir que los calamares picarán con tanta luz? Pues sí que picaron, pero al churrero y a mi suegro, que estaban en la proa, al lado de la luz. A Manel y a mí, que estábamos en popa casi a oscuras, no nos picó ni uno, pero el brazo nos quedó hecho polvo. Mientras hacíamos el ademán de agitar arriba y abajo, se nos escapaba la risa y el churrero se enfadaba porque decía que asustábamos la pesca. ¿Pesca? ¿Qué pesca?
A la Hora de volver, mi suegro fue a poner en marcha la barquilla, menorquina creo que era, pero ella, como buena fèmina, dijo no.
Era tarde, de madrugada, noche cerrada y niebla espesa, perdidos en alta mar sin rumbo ni motor.
Mi suegro se tumbó en una camita del pequeño camarote a dormir -siempre ha tenido mucho facilidad para ello-. El resto quedamos dispersados e íbamos haciendo turnos para la otra cama. Así transcurrió la noche entera sin saber qué sería de nuestras vidas, si saldríamos en los periódicos...
La niebla se esfumó al alba, salía el sol y nos alegramos, pero nuestra alegría duró hasta que empezamos a sentir que el sol pesaba demasiado sobre nuestras cabezas. No quedaba agua ni comida e íbamos a la deriva, náufragos sobre un mar en calma, afortunadamente.
Cuando ya acariciábamos la insolación divisamos a lo lejos una barca y gritamos moviendo los brazos cansados -si hubiéramos salido a pescar sardinas-...
Nos remolcó hasta Santa Margarita y allí mismo, en un mesón junto a los canales, hacia las once de la mañana, nos zampamos un buen desayuno mientras hidratábamos el cuerpo por dentro.
Nuestras respectivas esposas nos echaron un poquito de menos, por fortuna llegamos colorados como gambas, de lo contrario hubieran pensado que habíamos estado toda la noche de fiesta.
El segundo fracaso fue en Tenerife.
Mi suegro estrenaba un motor para la barca semirrígida, llamada así no porque necesitara viagra, aunque ya tenía unos cuantos años... la barca, sinó que la parte superior era inflable y la inferior rígida, de fibra. La verdad es que ya le tocaba cambio de motor, pues el viejo, según me dijo, no tenía bastantes caballos... de mar y éste nuevo tenía no sé ni cuántos caballos y era la repera.
Por la mañana mi suegro había sujetado firmemente el motor nuevo a la vieja madera de popa y justo después de comer quería ir a probarlo, yo fui con él.
Tenía la barca amarrada en el Puerto Náutico más pijo del Sur de Tenerife, Puerto Colón de Playa de las Américas, o sea, muyayo. Zarpamos, él agarrando el mango del motor con la mano derecha dando gas suavemente y yo en proa mirando los lujosos yates y el restaurante del puerto, con la terraza a rebosar de gente acabando de comer. Bajo un sol de justicia, somos la única cosa que se mueve en el agua del náutico, no son horas de andar por el mundo en verano. Cuándo llevamos un rato probando el motor a medio gas y estamos llegando a la zona donde se permite acelerar, me dice:
-¡Agárrate fuerte que ahora le meteré caña y se puede levantar!
Trago saliva y le hago caso, estoy acongojado, no sé qué hago aquí, pero ya dentro no hay vuelta atrás, además soy lo suficiente aguerrido para afrontar lo que venga, quien sabe.
El ruido del motor, que hasta aquel momento había sido monótono y relativamente suave, empieza a subir de vueltas, giro la cabeza, miro a mi suegro y sonrío. Vuelvo a mirar hacia adelante agarrado a las cuerdas y la barca se empieza a levantar de proa encabritada por el motor, que ahora sí se nota. No pasan ni cinco segundos y el ruido del motor se ensordece de repente, la proa baja acto seguido y me giro hacia mi suegro que está sentado donde estaba, pero ya no tiene el mango del motor en la mano, de hecho me fijo y el motor no está, tampoco la vieja madera que sujetaba el motor... se hace el silencio y ponemos cara de tontos.
El motor se ha hundido en el fondo de las aguas del puerto sin decir adiós, sólo ha podido despedirse con un gluglugluglugluglu... ante nuestra estupefacción.
Casualmente mi suegro lleva sólo UN REMO dentro de la barca, que usamos para acercarnos a tierra firme -yo remo con las manos- puedo imaginar las risas entre dientes de la gente del restaurante ante aquel espectáculo ridículo. Seguro que hemos salido en algún programa inglés de vídeos tontos y no lo sabemos.
Desconozco la extraña conjunción de astros que hace que pase alguna cosa cuando navegamos juntos, pero sí conozco el antídoto: mi esposa, ya que las otras dos veces ella estaba presente.
No será que... mmm... quizás sea una estrategia... mmm... no creo.
Si en el año 1912, mi suegro y yo hubiéramos formado parte del viaje inaugural del Titánic, la historia no hubiera cambiado en absoluto, se hubiera hundido igualmente, pero hubiera sido por nuestra culpa.
¡A no ser que mi esposa hubiera venido con nosotros!


domingo, 9 de marzo de 2008

Jornada de reflexión

Ayer pasé el día entero reflexionando, por eso no pude colgar ningún escrito.

La noche del viernes, Ariadna fue a dormir a casa de Maria, una amiga, y Joel invitó a una amiga, Marina, a dormir a casa, para compensar.

Me levanto de la cama dispuesto a reflexionar mientras desayuno, pero me es difícil con la pareja de incontinentes verbales que tengo delante, tomamos tostadas, cereales y chocolate. Por la mañana cuido de ellos, que no se hagan daño. Cantamos canciones al piano, es imposible reflexionar. En el momento que se conectan a un videojuego, aprovecho para reflexionar:

Hoy es ocho de marzo, día de la mujer trabajadora. Es triste que exista un día con esta denominación. No conozco a ninguna mujer que no haya trabajado nunca.
Las tareas del hogar no son remuneradas cuando la que las hace es la esposa, pero eso se tiene que considerar trabajo, que lo es y mucho.
¿No cabe decir que si, encima, la mujer trabaja fuera de casa rozaría la explotación ¿No?
Mi madre ha trabajado toda la vida y morirá trabajando si no lo impedimos.
Desconozco el día del hombre trabajador, más bien al contrario, conozco el día del hombre ganso, que es cada día de fiesta que desperdicias tumbado en el sofá mirando deportes por la tele desde primera hora de la mañana.
La mujer, por su propia naturaleza e instinto, nace con un interruptor que la mantiene a punto para hacer cosas -también las hay que hacen la gansa, sin deportes, pero la gansa al fin y al cabo-.

Comportamiento de mis hijos ante una misma situación a la edad de dos años:
Una zapatilla mía -de las de estar por casa- en el pasillo de las habitaciones.
Ariadna.
La recoge y me riñe moviendo la zapatilla como lo hacía mi madre diciendo:
-Paaapaa, a ver si recoges la zapatilla, hoooombreeee... se encamina a mi armario moviendo la cabeza de un lado al otro mientras dice:
-Cachiiiiiis... y la guarda en su sitio, con la otra.
Joel, tres años y medio más tarde, aprovecho para ponerlo a prueba con la experiencia de Ariadna.
En el mismo pasillo dejo una zapatilla. Él está en la habitación desordenándola seguramente. Lo llamo con la intención de que salga de la habitación y tope con la zapatilla. Tras un par de intentos sale y topa con la zapatilla, de tal manera que tropieza y cae al suelo -ya lo hace a menudo eso, tiene mucha habilidad para ello- acto seguido toma la zapatilla, me mira y la convierte en su nuevo juguete, en ¡Un coche! La arrastra por el pasillo haciendo ruido de motor con los labios.
Diferente actuación en similar situación.
Eso demuestra sólo la actitud de mis hijos, no quiere decir que no pudiera pasar a la inversa, hay variedad de colores, pero no sería nuestro caso.
Ojalá no fuera necesario un día como éste, pero si de alguna manera sirve para ganar reconocimiento y tiene carácter reivindicativo, está bien. Una jornada para tener en cuenta.
Exceptuando a cuatro mujeres mal contadas en el mundo que no pegan ni sello, el resto tendría que celebrarlo durante el año entero.
Va pasando la jornada de reflexión y todavía no he pensado en política, mejor, la cosa va bien.
Después de marcharse Marina con su madre, comemos en familia, sólo puedo reflexionar sobre los espaguetti, me han quedado salados, según Ariadna estoy muy enamorado.
Siesta de reflexiones oníricas.
Ariadna va a la fiesta de aniversario de Ana Q. Me pilla mi esposa para ir a comprar unas zapatillas de deporte y un chándal a Joel en ¡SÁBADO!
La alergia que tengo a las compras empieza a brotar, pero se disipa rápidamente al ver que encontramos aparcamiento fácilmente y no hay nadie en las tiendas que visitamos.
Terminamos y vamos a casa de los Q. a la fiesta donde es imposible reflexionar, hay demasiada gente y demasiada tele.
Por la noche mi madre se queda en casa con los niños y nosotros vamos a cenar fuera con los padrinos de Ariadna. ¡No es hora de reflexionar!
Una vez en casa, acariciado por el silencio de la noche, poco a poco... lentamente... sin ruido... voy empezando... intentando... reflexi... o... na... ndgndgndg... -me duermo.


miércoles, 5 de marzo de 2008

Coronación de Charles I de Kataloonyard

Siglo XIII, Reino de Kataloonyard.
En una gélida noche de febrero de 1208, bajo la luz de la luna llena teñida en oro, fue coronado Charles I de Kataloonyard, hijo de los duques de Ken Oves, señores de buen linaje, cuyas tierras eran conocidas en todo el reino por el comercio de la piel para usos diversos como el del calzado. La proclamación se llevó a cabo a pesar de su edad, el día anterior había cumplido los cuarenta años.
Su esposa, Mía de Fee Gawls, era hermana de los duques Maarten y Mark de Fee Gawls y de la condesa de Ken Meereth, Martha. Los hijos de Charles y Mía, Charles y Alek quedaron resguardados del peligro en el ducado de Ken Oves con los duques para evitar un posible secuestro.
La ceremonia tuvo lugar a las afueras de la vieja ciudad de Karddu, dentro del condado de Ken Oves, para mantener y asegurar la solemnidad que merecía una conmemoración como aquella.
Se murmuraba en la ciudad de Karddu que una parte de los representantes de la iglesia, en concreto los de Copeland, se oponía a la coronación de Charles y eran partidarios de coronar al malvado Fgedeguiko el Glande. Los rumores iban de boca en boca con tanta facilidad que llegaron a oídos de los campesinos del condado de Ken Meereth.
Los condes David de Willegan y Martha de Fee Gawls avisaron a Maarten, el poderoso duque de Doom Inex, a fin de que tuviera controlada la zona con sus tropas. Debido a la convalecencia de su esposa, la duquesa Nathalie de Radward, que tuvo que reposar en su ducado atendida por el servicio y en compañía de sus hijos Mark y Mary, el duque envió a Sir Raphael Lopeths, marido de su cuñada, Monique de Radward.

Amparados por los poderes eclesiales de Karddu, los insurgentes habían preparado una emboscada para evitar la coronación, pero fue controlado por parte de los caballeros Sir Raphael de Ken Sawleather, Sir Nelaw de Greanader y sus hombres.
Detuvieron los caballos unos cien metros antes de llegar al río Mawgent, el lugar donde esperaban a los rebeldes. Se acercaron con tanto sigilo que sorprendieron a los amotinados meando en el río.Fue una lucha cruel y encarnizada. La corriente se llevó alguna víctima de los insurrectos, los demás quedaron con los cuerpos cubiertos en sangre sobre los guijarros del cauce. Los efluvios de la sangre provocaban tanta excitación en Raphael y Nelaw que a menudo besaban la hoja de la espada después de una batalla para poder sentir y oler la sangre de cerca. Eran nobles caballeros, guerreros.
Tras finalizar la lucha y limpiar las espadas con agua de río, comprobaron que no había bajas que lamentar entre sus hombres y partieron velozmente a caballo en dirección al Palacio de Ken Mathewet a reencontrarse con sus esposas para celebrar el triunfo y la fiesta de coronación.
Entre los invitados se hallaban:
El hermano del rey, el conde George de Ken Raam con su esposa Lady Remay de Saint Peter of Major Village.

La hermana del rey, la condesa Mercy con su esposo Richard de Baarcelawn. Los hermanos de la reina consorte, Mark de Ken Meereth y Maarten de Doom Inex.

Los condes de Ken Meereth, Martha, cuñada del rey, y su marido, David de Willegan. Sir Raphael de Lopeths y su esposa, Lady Monique Radward, Señores de Ken Sawleather.Sir Nelaw de Keyknowness y su esposa Lady Christine Garthya, Señores de Greanader.Sir Ferdinand y Lady Nathalie de Middle Karddu, Señores de Sbarjaw. Los condes de Karddu, Lady Penny y Sir G. McStraw, Señores de Elms 's Fountain.


Alejados de cualquier tentativa de nuevo asedio, los asistentes a la fiesta disfrutaron de la cena al aire libre en una mesa dispuesta delante de las enormes parrillas donde los cocineros asaban un cordero al que iban pincelando con hojas de laurel bañadas en una salsa aceitosa y la camarera se encargaba de traer la sangría. Mientras el cordero se asaba, los comensales disfrutaban del primer plato, un pan redondo relleno de migas con uva al más puro estilo del sureste de Iberia -una manera espléndida de aprovechar el pan duro.Cuando las viandas llegaron a la mesa, la sangría ya corría por las venas de la mayor parte de los presentes, momento que aprovechó una bruja llamada Ginebra, bola de cristal y cartas en mano, para predecir el futuro a algunos de los asistentes entre las risas de la mayoría.Una vez se dio por acabada la cena, la comitiva pasó a una estancia cubierta de Palacio para asistir a los juegos malabares del bufón de la corte. Hubo turno de demandas al nuevo rey para todos los presentes y la música hizo danzar a los invitados hasta altas horas de la madrugada.En aquella fría noche del mes de febrero, Kataloonyard recibía al nuevo rey que desterraría para siempre al malvado Fgedeguiko el Glande de sus tierras bajo una luna para recordar.




Al día siguiente, el pueblo aclamó al nuevo rey con vivas:

-Viva Charles I de Kataloonyard!