miércoles, 30 de abril de 2008

El Barça en el Teatro de los Sueños... rotos.

Ups! Ya estamos otra vez con lo mismo.
Como iba diciendo en este post las cosas se pueden romper, como los sueños de algunos. Tal vez sí sea necesaria una limpieza a fondo...



martes, 29 de abril de 2008

Cosas de pueblo.

Estoy en el coche, busco aparcamiento y doy otra vuelta a la plaza del barrio, paso dos veces por delante de una tienda, una zapatería concretamente, donde trabaja Montse, la hermana de mi cuñada Sílvia.

Parece que hay un aparcamiento a unos cincuenta metros, por fin consigo meter el vehículo en uno de los llamados en batería -se llama así porque cargas pilas cuando consigues aparcar- y bajo con dificultad, pero no porque haya engordado -que también desde que escribo en el bloc-, sinó porque no puedo abrir completamente la maldita puerta, parece que quien ha dibujado los aparcamientos saque algún rendimiento económico -éstos todavía son libres de pago.

Salgo hacia la acera y de lejos veo a Montse en la esquina charlando con un chico, pienso: mira, Montse y Xesc, les saludaré.
Ella está de espaldas a mi y él frente a ella. Estoy a unos cuarenta metros, me acerco un poco y lo observo desde la acera, al otro lado de la calle, pensando que, o bien ella ha crecido desmesuradamente, o él ha encogido y engordado al mismo tiempo. En este punto me detengo, si no está Xesc ¿Qué hago entrometiéndome en una conversación entre Montse y un tipo al que no conozco?
Como tengo que hacer algunas cosas por el barrio ya la saludaré más tarde, si es que aún está por allí. En el momento que me doy la vuelta veo que se despiden, se abrazan y se dan un beso... en los labios?!?
De repente me sube un escalofrío por la espalda y se me eriza el bello de los brazos mientras pienso: ¡Caray qué fuerte!
Me he quedado plantado como un pasmarote delante de la frutería, justo en medio de la acera, entorpeciendo el paso de unos abuelos que salen de comprar.
-Disculpen -les digo educadamente- mientras me aparto hacia un lado.

La situación me supera. ¿Qué me importará a mí lo que ella haga? ¿Ya es bastante mayor para saberlo, pero no es muy arriesgado hacerlo a plena luz del día? Y además en su zona, donde todo el mundo la conoce, no me lo puedo creer. Ahora el malnacido se marcha, la verdad es que no hacen buena pareja, es más bien bajito y poca cosa, ella es un pedazo de mujer que... ha engordado un poco... ¿Demasiado? El último beso que se dan me descubre la cara de Mont...

¡Jo...er Sergi! ¡Si no es ella! Qué susto, ya decía yo que no podía ser -respiro tranquilo- la verdad es que es muy parecida, quizás esta chica está más rellenita, suerte que me he dado cuenta y no he metido la pata. El cabello, la figura igual un poquito más llena, pero no.

¿Cuántas historias de éstas se pueden dar en un pueblo? Quizás es así como empiezan muchos malentendidos.

(No acompaño foto en este escrito por no disponer de material al estilo paparazzi)


lunes, 28 de abril de 2008

Juegos de niños


En invierno, mi hermano Marc y yo pasábamos las cortas tardes de domingo jugando a fútbol en nuestra habitación enmoquetada del pisito.
Mientras mamá hacía sus cosas y papá miraba el partido de fútbol en blanco y negro por la úachefe -la 2 de hoy- nosotros confeccionábamos, con hojas de libreta y tijeras, el número que pegaríamos en la camiseta del pijama, con cinta de celo claro.
Teníamos mucho afán en colgarnos un número a la espalda.
En aquella época no había ni la facilidad para estampar camisetas ni la moda de ahora, la mayor parte de camisetas de mis hijos tienen un número -generalmente de dos cifras- o alguna frase en cualquier idioma. Tan pronto como estrenan una camiseta con frase incorporada procuro hacerles saber qué es lo que dice, mi hija de once años regularmente lo averigua, mi hijo, de siete, tiene que prestar más atención en las clases de inglés.
Esta es la camiseta del pijama de mi hijo, sin ir más lejos:
Horas felices - 83 - duerme y sueña.
De entrada el número no viene a cuento de nada, supongo. Por otra parte, y siendo un pijama de niños, yo matizaría: si happy hour es la franja horaria en la que las bebidas en un bar son más baratas, ¿qué necesidad hay de instruir a mi hijo sobre este tema si sólo tiene siete añitos?
Suponiendo que se refiera a la traducción literal: Horas felices ¿Para quien? ¿Para el niño o para los padres? Si son para el niño teniendo en cuenta lo que le cuesta irse a dormir... Si son para los padres podríamos decir que son más bien las horas tranquilas.

Finalmente: Sleep and dream. Parece escrito a modo de deseo, pero no, es imperativo, una orden: ¡Calla y come! como ¡Duerme y sueña! ¿No causará eso un trauma al niño, Doctor Estivill?
Quizás sería mejor idea estampar el mismo texto en la camiseta de algún cachondo de discoteca, pero preferiblemente cambiando el 83 por un 69. Incluso duerme y sueña tendría sentido ¿No?
Hay gente que luce frases en la camiseta sin saber el significado. La primera camiseta con frase que tuve me la trajo mi madre de Ibiza, era de color naranja y decía:
My friends went to Ibiza and all they brought me was this nasty T-shirt (Mis amigos fueron a Ibiza y todo lo que me trajeron fue esta asquerosa camiseta), me apresuré a traducir lo que decía, quizás mi madre no me la hubiera traido de haberlo sabido.
Cuando teníamos el número pegado a la espalda y la pelotita de goma -pelo verde la llamábamos- corría por la moqueta azul, empezaba el largo partido. Jugábamos de pie hasta que acabábamos arrodillados y dando a la pelota con la mano. Todo acababa con el aviso de mamá para ir a cenar. Con el cabello sudado y la sensación de haber pasado la mejor tarde de nuestra vida deteníamos el juego exhaustos. El vaho que había en la habitación se podía cortar con una mano.
Cuando nuestros padres jubilaron la moqueta de la habitación, descubrimos que también podíamos jugar a hockey. Cogíamos una cuchara sopera cada uno a modo de stick y hacíamos deslizar de un lado a otro un disco -tapón de algún tarro- o una bolita. No teníamos vídeo consola ni nos hacía falta.
Las primeras camisetas del Barça que tuvimos no llevaban escudo ni número, ni mucho menos nombre. Mamá compraba el escudo en la mercería y lo cosía en la pechera, ningún ornamento ni color más. Con el tiempo y debido a nuestra insistencia, ella compraba un par de rodilleras blancas de cuero -de aquéllas que se cosían en los pantalones para tapar rotos- y las recortaba dándole forma de número, el seis y el nueve los números más fáciles de hacer con aquellas piezas de cuero ovaladas, entonces mamá, siempre paciente, los cosía. Funcionaban mucho mejor que los de papel, al menos no se desprendían a medio partido.
Por regla general, la obsesión por los números va decreciendo a medida que nosotros crecemos, hasta el punto que con el tiempo, todo el mundo se esfuerza en ser reconocido por el nombre y no por un número, luchamos por ser algo más que simples números en la cola de la vida.

domingo, 27 de abril de 2008

Las cosas se rompen II


Aprovechando el hilo del post de las cosas se rompen, cuelgo hoy una foto de esto que alguien, que es primo de mis hijos y sólo tiene dos añitos, rompió -sin querer- hace unos cuantos días, pero después del lamentable espectáculo de ayer, viene a colación ¿No?
Espero que no sea premonitorio, pero por si hay algún culé supersticioso, decir que nuestro muñEquiTOO ya está recuperado y ha salido de la enfermería, ahora sólo hace falta que marque goles.
Por otro lado, a este alguien que lo rompió, decirle que no se le tiene en cuenta esto, sólo cuando levanta el brazo cada vez que oye ¡Barça! responde: ¡Marrit! Esto sí se lo tengo en cuenta :)



viernes, 25 de abril de 2008

¿Abre fácil?

Un ejemplo de los abre fácil más contradictorio con su propio nombre es este invento.

Antes de este maravilloso invento, tenías que levantar una de las puntas y romperla por la línea de puntos, curiosamente siempre acababa usando unas tijeras, que es exactamente lo que he acabado por hacer hoy.

Otro tema es el vertido de la leche en la taza, si no utilizas el método tijeras, siempre se acaban cayendo unas gotas sobre el mármol de la cocina.
Y es que por las mañanas es preferible usar los abre fácil, a que te hagan pensar mucho.
Buenos días.


miércoles, 23 de abril de 2008

Dia de Sant Jordi.

Mi esposa no quiere que le regale una rosa, prefiere que le regale un libro.

Ella es una lectora compulsiva, devora libros como si las páginas fueran de chocolate, que dicen que tiene efectos afrodisíacos, bueno, como algunas novelas de las que lee.

Imagino que piensa que para capullo ya me tiene a mí, por lo tanto, casi siempre le he comprado un libro, pero también una rosa.
No quiere una rosa porque es efímera, por otra parte, el libro dura mucho más. ¿Qué tendrá que ver el tiempo? ¿No será una metáfora de: El amor se va, pero ella se queda... cómo decía el gran Joan Capri?
Al precio que van las rosas en un día tan señalado como hoy, quizás todo el mundo acabará oliendo los libros y leyendo las rosas.
-¡Qué tonterías dices, Sergi!
-¿Tonterías? Si desgraciadamente es lo que hace la mayoría. Mirándolo bien, leer una rosa puede ser interesante. Desde una óptica poética y para el que sea poeta, seguro que hay infinidad de poemas.
Yo -que no lo soy- empezaría a leer el tallo, donde cada espina protege las pocas páginas de vivos colores, frágiles, delicadas. Páginas sin numerar que se abrazan, a veces fuertemente, otras de manera tímida, como nosotros, los humanos. Unas cerradas y otras abiertas, como nosotros. Dentro del abrazo fraternal de pétalos se esconde el corazón de la rosa, el secreto guardado y reservado sólo para aquellos seres vivos capaces de intervenir en su ciclo vital. Cada flor tiene su color, cada color tiene su significado, pero el color de hoy es el rojo de la pasión, del amor, de la sangre.
Oler un libro aparentemente no es tan agradable como leer una rosa, pero si lo pruebas te puede llegar a enganchar. El olor que desprende un libro puede llegar a crear tal adicción, que incluso he oído que quieren hacer que los libros electrónicos puedan tener el olor característico de libro viejo por medio de un adhesivo que te regalarán cuando lo compres.

Llegará el día de Sant Jordi y te regalarán un adhesivo en forma de rosa que lleva incorporado un archivo mp3 de la versión leída de La sombra del ángel y El juego del viento -que comprimido en un Zip sería: El juego de las ventosidades del ángel a la sombra- todo ello impregnado en Eau de livre vieux (le nouveau parfum de K. Loss Ruhesafaun). ¡Ah no! Disculpad, que este autor nunca permitirá que se ruede ni una película de su obra. Lo parió como letra escrita y así se quedará.
Respeto su opción, pero no la entiendo. Si todo el mundo que sale de un cine dice lo mismo: El libro me gustó más... Pues eso sería agrandar todavía más su propio ego. Quizás es que ya no le hace falta.
Dicen que el primero que coge la flor, se lleva el olor, por lo tanto si compráis una rosa tened claro que será de segunda mano -o nariz en este caso.

Disfrutemos de esta tradición mientras podamos, en un día feo, de sol y sin una nube que nos regale el agua deseada. ¿Quizás nos tiene reservado el jarro de agua fría para esta noche?
Por cierto, si nace alguna flor en el culo de uno a quien esta semana han entrado a robar en su casa mientras estaba dentro y no se dio ni cuenta, que sea una rosa, a ver si las espinas le hacen estar de pié todo el partido dando instrucciones a los jugadores.
Aprovecho para felicitar a todos los Jordis que conozco. También a las Jordines y Jordis que no conozco, claro. Y de paso a todas las Rosas... que serán adoptadas por incautos y regaladas a los enamorados.


martes, 22 de abril de 2008

Jardineros solidarios.

Este escrito va dedicado a todos los jardineros vocacionales que, de una manera u otra, se obstinan en plantar flora diversa por todos los rincones de mundo que visitan, con la supuesta esperanza de recoger los frutos en un futuro.


Al lado de este lugar de la foto de la izquierda, hice las que vienen a continuación.

No soy un entendido en vegetación, ni siquiera sé distinguir entre los diferentes tipos de seta, pero dando una vuelta por un rincón cualquiera he encontrado un sinfín de nueva flora que llena de color espacios que antes eran de aburridos tonos verdes y marrones. Gracias a la colaboración desinteresada de esta gente, los espacios naturales se han enriquecido, al menos en lo que a colores se refiere.

El problema es que ya hace un tiempo que plantaron y no veo que crezca nada. La tierra no debe ser lo suficiente buena y con la sequía actual debe de ser muy difícil que arraigue y mucho menos que pueda dar su fruto.

Lamento decepcionar a todos aquellos que lo han intentado, su esfuerzo ha sido en vano.

La mayoría de espécimenes me son familiares y no sé porqué, tengo claro que no entiendo ni un rábano, pero juraría que los jardineros solidarios esperaban obtener frutos similares. Conozco un lugar donde se puede llevar estas plantas y a la larga, después de un proceso de germinación –supongo- la gente recoge los frutos, pagando claro, pero nuestros bosques no quedan tan resentidos. Este lugar se llama Centro de Recogida de Residuos y hasta se puede ir en domingo.

-Qué fruto esperan recoger de esto?

Reflexionemos todos juntos.


No haré ningún comentario más, quedé sin ganas, lo dejo en vuestras manos...

domingo, 20 de abril de 2008

Las siete (mil) diferencias.

El pasado viernes mis ojos tuvieron una visión -algo extraño en ellos- y mi mente viajó al pasado para establecer un curioso paralelismo.

Entre las dos fotos que cuelgo a continuación han pasado veintidos años, pero el Mini ya tenia unos cuantos más. El día que mi padre decidió pintarlo de esta manera en el pasado:
-Era consciente de que se avanzaba a su época?
-Era mi padre un visionario del futuro?
-Podíamos haber sacado algún dinero de aquello?
O tal vez el dueño de este Porsche sea un amante de lo retro?

Estuve a punto de comentarle que tenía intención de fotografiar su coche, pero él entraba en una tienda a comprar con su esposa y yo, sabedor de mi alergia a las tiendas, pensé que ese no era el mejor momento para pedirle nada, por si acaso él sufría la misma enfermedad. Por lo tanto hice la foto al estilo paparazzi, simulando una conversación por el móvil, bla, bla, bla y de repente, clic.
Como hoy es domingo y la mayoría hará los pasatiempos del periódico, propongo el juego de hallar las siete diferencias -o las siete mil- para los que os hayáis quedado con ganas de más:


Me apunto la primera:

El mini lo conduce un tipejo enclenque o almenos eso es lo que se entrevé... -¿Cómo dices? ¿Que juego con ventaja? Sí y qué, de algo ha de servir proponer un juego estúpido como este, ¿No?- continúo y espero sea sin interrupciones mentales: ... con unas greñas de escarola, gafas horribles y cara de pánfilo que está enamorado y se le nota, que además estrena permiso de conducción porque no quita la mano del volante y se le nota.

¡Ah! Por cierto, no vale decir que uno va hacia allá y el otro hacia acá, porque sería relativo, a pesar de que el Porsche estaba orientado al Sur y el Mini al Este, bien esta es otra :)

A partir de aquí el juego está servido ¡Suerte y salud!

sábado, 19 de abril de 2008

Cosas buenas y malas.

Dos cositas para hoy:
1a.

Esta semana me he enterado de que el tercer vídeo más visto en YouTube -casi 69.000.000 de visitas y sumando- es de Guillermo Zapata y la protagonista en pantalla es Fátima Baeza, la auxiliar que se enrollaba con la Dra. Maca en Hospital Central. He estado a punto de meter la pata, ya que he visionado el cortometraje pensando que se trataba de Malena Alterio, la Belén que se enrollaba con Emilio, el portero de Aquí no hay quien viva.
Como pienso que no os lo podéis perder, aquí os lo dejo:



2a.
De un éxito positiffo a uno de negatiffo -como diría Van Gaal: La peor actuación cometida en la historia de Operación Triunfo. Dedico muy pocos minutos a la semana a ver televisión, el maldito azar ha hecho que yo fuera uno de los que presenció patidifuso el atentado contra los tonos musicales de estas chicas. Sólo vi hasta la nominación, no tengo ni idea de qué pasó después, siento no poder informar de ello, a pesar de que seguro que la mayoría lo sabréis.


Destacar sobre todo a Esther -la de negro- que se ganó una buena reprimenda por parte del incombustible Risto Mejide. Fijaos que el público asistente a la gala, que, normalmente y según parece, está en contra de este tipo, incluso está de acuerdo con él.



Los nervios pueden traicionarnos con alguna jugarreta en ocasiones. Ha sido muy duro para estas chicas seguramente, sólo espero que las dos sepan recuperar fuerzas y procuren aprender de este grave error. Esta semana ya lo advirtió Manu Guix, director musical de OT, que fue entrevistado por Jordi Basté en El Món a Rac1:
Hay unas chicas que tienen que cantar el tema de Shakira Las de la intuición, que ... ¡uf! -dijo más o menos.
Deseo que esto las ponga en su lugar y se conviertan en Las de la ilusión, porque la ilusión es muy bonita y la vida muy dura.



Si te ha gustado o te ha sido útil este post, puntúalo:

¡Gracias!

viernes, 18 de abril de 2008

Añoro a Magda de Bangkok.

Tailandia, junio de 1992.

Hace unos cuantos días que Penélope y yo somos marido y mujer oficialmente. Procedentes de la natural isla de Bali llegamos muy temprano por la mañana en avión a Bangkok, una ciudad ruidosa y de ambiente contaminado, me sorprende que la gente lleve mascarillas de cirujano por la calle y la circulación que hay del aeropuerto hasta el hotel es caótica.
El hotel de Bali tenía playa de arena clara y un buen pedazo de mar, pasillos abiertos a la naturaleza que conducían a un comedor abierto al exterior y aireado donde desayunábamos a diario. La gente del hotel saludaba amablemente juntando las manos, con gesto de rezo, a la altura del pecho e inclinando ligeramente la cabeza, instintivamente hacíamos lo mismo para corresponder. Fruto de aquel ambiente natural que nos rodeaba, se nos cayó el alma a los pies en el momento de llegar al hotel de Bangkok.
Topamos de bruces con un viejo edificio en medio de un intenso y ruidoso tráfico, nada que ver con Bali. Como es muy temprano y nos sentimos cansados del viaje, recogemos la llave de la habitación y subimos para dejar las maletas y dormir un rato para bajar a desayunar más tarde.
El alma que teníamos en los pies acabó atravesándolos y agujereando el suelo cuando abrimos la puerta de aquella habitación con vistas a... ¡Un patio interior!
Estamos demasiado cansados para discutir del tema, decidimos dormir.
Tres horas después, bajamos a recepción con casi todas las pilas cargadas y vamos a desayunar. El comedor está en el... ¡Sótano!?!
La decoración rojiza del local enmoquetado es demasiado oscura para nuestra vista, el techo se nos echa encima de lo bajo que es, tenemos una sensación de agobio que no nos deja respirar como quisiéramos, ahoga. Me acerco al mostrador del bufet libre que, evidentemente, ha sido arrasado, ya que es un poco tarde.
Sobre una bandeja, hay una magdalena enorme y sola, no tiene compañera a su lado, por pura pena la tomo, no soporto el aislamiento que está sufriendo, tan sola y alejada del resto de delicias del mostrador.
Nos sentamos en el comedor enclaustrado mientras recordamos con nostalgia los desayunos al aire libre de Bali. El primer bocado a aquella magdalena gigante me hace olvidar de repente la añoranza de Bali. Mi boca se llena de un sabor tan dulce y agradable que se me escapa un ligero aullido de placer, alguien ha rellenado la magdalena de una crema excelente, yo que creía -por su apariencia- que sería de aquellas que son secas, que se toman tu café con leche de un sorbo.
Me equivoqué, las apariencias engañan, aquella magdalena estaba rellena de un sabor exquisito, que aún hoy, escribiendo esto, se me hace la boca agua. Ella merece un nombre: Magda, de Bangkok.
Una vez zampada con deleite, pregunto a una camarera si tienen más, pero niega con la cabeza, se han agotado y no me extraña. Tengo claro qué voy a desayunar al día siguiente.
Veintidós horas más tarde, todavía no he conseguido borrar a Magda de mi mente, se ha convertido en el claro objetivo de mi estancia en Bangkok -hay quien tiene otros objetivos en una ciudad como esa, al menos el mío es inocente.
Llegamos al oscuro comedor a la hora del desayuno, mientras Penélope se acomoda en la mesa yo estoy como un clavo ante una bandeja llena de aquellas delicias, con la contención necesaria, pero mis glándulas fabricando saliva a mansalva, tomo dos ejemplares y los acomodo en el plato delicadamente.

Sentado en la mesa, tomo una magdalena y, con sumo cuidado, la voy desnudando, la desposeo de los ropajes que cubren la parte inferior de su cuerpo, un borde con los dedos, el otro con los dientes hasta que queda totalmente desnuda ante mis labios. Cierro los ojos para concentrar todos los sentidos en uno, el aroma de su cuerpo llena mi nariz, eso me provoca felicidad. Estoy a punto de besarla, despacio abro los ojos y Penélope me mira mal, es natural, mi comportamiento es más propio del ámbito privado, sonrío, ella también. Lentamente separo mis labios húmedos y acerco los dientes a mi objeto del deseo. Tengo el cuerpo y la mente preparados para recibir una sensación de placer que ya conozco. Mis dientes, finalmente, penetran en la dulce carne y el paladar se me inunda de la primera capa tierna y dulce, pero de repente algo falla...

¿Qué maldito sabor sobre mi lengua? ¿Salado, duro y verde?!?... ¿Verdura?!?
... ¿A quién se le ocurre rellenar una magdalena de aquello?!?

Me veo incapaz de continuar masticando aquello, me acaba de provocar un asco que no podré olvidar en días. ¡Qué mal rollo!
Superado este aprieto, le pregunto a la camarera si tienen Magdas, niega con la cabeza y pienso: nos tenemos que marchar de aquí.
Después de desayunar hicimos las gestiones con nuestro operador para cambiar de hotel, no por la última magdalena rellena que probé, más bien por el enclaustramiento que estábamos sufriendo.
Aquel mismo día fuimos a parar a un hotel delante del inmenso río... mmmm ... no recuerdo el nombre... de hecho, de Bangkok sólo recuerdo el nombre del barrio Pat Pong, qué cosas. ¿Será porque me quedé aterrado de la cantidad de veces que me ofrecieron entrar en uno de aquellos locales de strip-tease, a pesar que yo insistía que la de mi lado era mi mujer y no tenía ningún interés en ver otras mujeres?
¡Ah! Sí, el río Chao Phraya -gracias google- que comparado con Bali, es claro exponente de lo que sentimos allá, la traducción debe ser: Adiós Playa ¿No? -recurso fácil...

No tengo ninguna fotografía de Magda para ilustrar este post, tampoco tengo ninguno de la vulgar magdalena de verduras, se me quitaron las ganas de querer recordarla, por lo tanto, cuelgo una foto de una cena picante a la que nos invitaron, no fuimos capaces de tomar ni la sopa, sólo probar, hacer caras raras y fuera.
No he vuelto a saborear nunca más una Magda como aquella, la guardo en el recuerdo y añoro su sabor... ¡Magdaaaaa!



miércoles, 16 de abril de 2008

Estornudo.

Siento un ligero picor dentro de mi nariz, unas cosquillas juguetonas que anuncian un posible y más que probable estornudo. Entre pastillas de jabón, maquinilla de afeitar, gorro de baño y otros utensilios empaquetaditos por cortesía del hotel donde estoy alojado, tomo el paquete de pañuelos de papel del cesto, convencido de que pronto lo necesitaré.
Salgo del baño y el cambio repentino de ambiente me provoca un cosquilleo que se desplaza a gran velocidad hacia la vertiente interna de la punta de mi nariz, que lentamente se alza hacia el techo de la habitación mientras los párpados caen perezosos y entreabro la boca. Todo está a punto para soltar un sonoro...
-Aaaaaa... chíssss!!!
... estornudo.
Soy lo suficiente maduro para evitar que salga algo de mi nariz, sólo un poco de aire, la mayor parte sale por la boca -al contrario que mi hijo, por eso pasa lo que pasa.
Ahora dispongo del tiempo y la calma suficiente para extraer uno de estos pañuelos y sonarme...
Bien -me digo- es uno de esos paquetes abre fácil, tan sólo me queda tirar del adhesivo y listos...

... ¡ups! qué cosa más extraña, parece que la función para la cual fue diseñado no le gusta... paso al método fuerza, ya que noto la nariz húmeda...

... Tiro y al parecer el punteado de la teórica abertura por donde hay que sacar los pañuelos de las narices tampoco está por la labor...
Por fin consigo mi objetivo, sonarme, y de repente pienso que quien me vea con este paquete pensará que soy un antisistema, una persona no conforme con las normas establecidas, un dejado que no sabe abrir un triste paquete de pañuelos de papel.

Doy gracias al creador de este invento. Como dicen en Castilla: A caballo regalado no le mires el dentado.

Las gracias por el diseño que impide leer la marca por culpa del adhesivo azul ya se las debe haber dado el dueño de la marca en cuestión, supongo.


martes, 15 de abril de 2008

Deportes de aventura en el Pallars.

Natàlia, mi hermana, se fue a vivir a la zona del Pallars unos cuantos años atrás con David, su pareja. Se encargaban del Restaurante de un camping, a unos cinco kilómetros de Sort. En una visita que les hicimos junto con mi hermano y su mujer en el año 2004, aprovechamos para hacer deportes de aventura. Ellas escogieron hacer parapente y nosotros rafting, de esta manera haríamos los turnos para cuidar de los niños y de los perros.

Yo había practicado rafting con Pep unas vacaciones en Boí Taüll, en 1999. Recuerdo la primera vez, me estrenaba y Pep ya era todo un veterano. Él tenía la experiencia de haberlo probado en otra ocasión antes, por lo tanto ya tenía mucha ventaja.

Madrugamos, era demasiado temprano para moverse en día de vacaciones, nos dirigimos al lugar donde se suponía que teníamos que prepararnos. No me podía quitar de la cabeza la sensación de inseguridad que me provoca la incertidumbre, había oído historias por boca del mismo Pep relatando la dificultad del rafting y yo me iba acongojando, pensaba en las atolondradas navegaciones que había sufrido en el mar ¿De veras había que aventurarse a hacer rafting?
Sí, tenía que superar el gafe que me perseguía encima de cosas que flotan, además mi suegro no andaba por ahí...
Llegados al punto de encuentro, en el Pont de Suert, nos enfundamos en unos trajes de neopreno desinfectados, por descontado, aunque no dejo de pensar en quién lo habrá llevado antes, si habrá sudado mucho o si se habrá meado dentro. Los trajes son muy ceñidos, una talla menos de la tuya, de este modo quedas lo bastante embuchado para dificultar tus movimientos y disminuir tu agilidad. Cuando te lo sacas, es un placer y debajo descubres que en vez de un bañador largo, llevas un acordeón de colorines. Una vez te lo has puesto, con enorme dificultad, es imposible sacártelo en una emergencia, para no tener problemas, tienes que ponértelo después de haber orinado, desayunado y cagado, como para ir a trabajar, al menos eso es lo que he oído siempre.

Mariposas en el estómago era lo que sentía, estaba entre emocionado y acongojado, aparte de disfrazado, claro. Con aquella pinta nos presentamos al mostrador de la empresa para acabar de atender explicaciones, pero, qué sorpresa nos llevamos cuando la chica nos comunica que los pescadores habían soltado truchas en el río para un concurso de pesca y que no habría la suficiente corriente de agua para el rafting...
¡Oooooooh! ¡Qué peeeenaaa!

Bien, pienso: me he mostrado sobradamente dispuesto a probarlo, mi autoestima queda bien alta ¡Si hasta me había puesto el casco!

Mientras barajaban la posibilidad de hacer un descenso por el río, fuimos a tomar algo, disfrazados, pero la alegría de no tener que arriesgarme me duró poco, un rato más tarde nos metieron en un todoterreno y carretera arriba.

Es una experiencia del todo recomendable, nos reímos mucho encima de la barca, nos acompañaban en la aventura dos chicos jóvenes, una chica y también dos valencianos tan corpulentos como nosotros además de la monitora, una chica sobrada de esas que van por la vida demostrando que están capacitadas, cuando nadie se lo pide -es algo que se le supone a una monitora- pero ella ponía el toque preciso de mala leche. En uno de los saltos de agua recibió un golpe de remo en la barbilla por parte de uno de los chicos, sin querer claro, pero aquello la puso todavía más de mala leche y nos hizo sudar la gota gorda.
Nuestra barca era la más pesada de todas en parte gracias a los valencianos, a Pep y a mí. Los de las otras barcas nos esperaban en una zona de agua calmada para volcar nuestra barca y hacernos caer al río -una broma como otra-, pero no pudieron y finalmente nos lanzamos nosotros mismos.
Con esta experiencia ya estaba sobradamente preparado para hacer el descenso con mi hermano, Jaumet y Jordi. Esta vez nadie quiso volcarnos la barca, pero en una parada técnica para tomar un refrigerio a medio camino, nos invitaron a lanzarnos desde un puente al río, bien, pensé, dos por uno al mismo precio: rafting y puenting.

Arriba en el puente, en hilera como si fuéramos a lanzarnos de un avión, recibíamos instrucciones para no hacernos daño. No dejaba de mirar a mis hijos y a mi esposa que estaban cerca del río para hacer fotos y me armaba de valor ¿Si todos lo hacen porqué no yo?

Unos cuatro metros debajo de nuestros pies, pasaba la fuerte corriente de agua y de vez en cuando alguna barca. Las órdenes eran claras: las manos en el casco, caer con los pies en un lugar determinado del agua y, tan pronto como sacáramos la cabeza, nadar hacia la orilla con mucha fuerza, simple.
Uno a uno se fueron lanzando, yo me quedé el último, para hacerme la idea. El monitor que te daba la orden de lanzarte iba gritando: -Ahora!
Me lanzo con los ojos cerrados y las manos en el casco. Los tres segundos que tardé en tocar el agua con los pies se me hicieron veinte, los cuatro metros veinticuatro, incluso hice un breve repaso de mi vida mientras pensaba: Ahora tocaré el agua, no todavía no, ahora sí, no todavía no, hasta que me zambullí con una sola idea en la cabeza: Nadar fuerte hacia la orilla.
Saco la cabeza del agua sin mirar siquiera y empiezo a batir los brazos luchando contra la corriente que me arrastra, pero en cuanto abro los ojos -entre esfuerzos- una barca me pasa por delante!?!
¿Dónde estoy?
¿Dónde se ha metido la orilla del río?
¿Cómo puede ser esto? ¿Porqué me tienen que pasar estas cosas?
Sin duda, tendré que hacer un esfuerzo extraordinario para llegar a la orilla.
La parte positiva es que no me estampé en la barca al tirarme del puente.
La próxima vez haré hidro-speed, después de dos veces ya he aburrido el rafting, no me motiva lo suficiente, necesito emociones más fuertes...
Aquella tarde las esposas iban a practicar parapente. La madre de David, Sílvia y Penélope, con monitores, claro, pero pegados a sus culos, qué confianza se debe tomar por las nubes, confianza que sólo se puede permitir a un bohemio argentino barbudo y más bien feúcho.
Nosotros fuimos con los niños y los perros a ver el descenso y aterrizaje que sería en un prado determinado a la hora concreta. Mientras esperábamos, de vez en cuando alzábamos la vista para ver si aparecían y poder hacer fotos. Reconozco que estaba nervioso, pesimista como soy, me imaginaba cómo sería la vida sin mi esposa, como tantas otras veces he hecho, pero no por que me dejara por un bohemio argentino barbudo monitor de parapente más bien feúcho, sino por que pasara una desgracia.

De repente alguien exclamó:
-¡Ya las veo!
Y todos levantamos la vista al cielo. Tres puntitos en el cielo que muy lentamente se acercaban haciendo de vez en cuando algún giro jugando con las corrientes de aire.
Con el corazón en un puño observo atentamente el cielo, no quiero perder detalle, pero alguien tira de mi camiseta, bajo la vista -mi cuello lo agradece- es Joel, mi hijo pequeño, que alza la mano y me muestra la esfera sedosa de un diente de león, de aquellos que soplas y esparce las semillas, para nosotros una lluvia divertida, para la planta continuidad, alegría para todos al fin y al cabo. Me agacho y le digo:

-Ésta es una planta mágica, pide un deseo y sopla, verás: que a mamá le vaya muy bien con el parapente... ¡Sopla!
Joel sopla y nada se mueve de sitio.
-¡Pero sopla fuerte! -le digo.
Nada.
-Más fueeeeerte! -lo animo.
Lo intenta tan fuerte que casi le salen los mocos por la nariz. Poseído por la desazón y la angustia de haber inventado aquella historia, me agarro a la mano de mi hijo y empiezo a soplar la puñetera cabellera blanca sin éxito, entonces nervioso decapito el chupa-chups de seda y provoco manualmente la lluvia deseada, mi hijo queda boquiabierto, lo tomo en brazos y esperamos que todo salga bien. Le doy unos besos y lo dejo en el suelo, quiere jugar, yo pienso: Estas mujeres... que no acaban de bajar...
Afortunadamente el aterrizaje fue bien, exceptuando la foto finish, que debido a que era tarde y la luz escasa, erré el objetivo, no se podía distinguir cuál de las tres era mi esposa y echándolo a suertes acabé haciendo la foto del aterrizaje a la madre de David.
Claro, como no habíamos quedado en que llevara un clavel en la boca para distinguirla...



domingo, 13 de abril de 2008

Puntos de vista.

Las gafas son las ventanas que colocamos delante de nuestros ojos los que no vemos bien , en mi caso -que es el que conozco- tiene este paralelismo:

Sin gafas veo la vida borrosa, tal como si la observara a través de una fina cortina. Cuando coloco las ventanas sobre mi nariz tengo la sensación de correr esa fina cortina, de repente el mundo cobra vida y agudeza.
Para los que somos abnegados portadores de gafas la lluvia es odiosa. Hace más de veinte años que las llevo y cada vez que llueve se me mojan y las tengo que secar. Si no llevara gafas, no correría por la calle al sentir las gotas sobre mi cabeza, es más, me gusta mojarme bajo la fina lluvia.
Me he planteado en alguna ocasión operarme, pero me da miedo, soy capaz de soportar que me pinchen los testículos -como relato en el escrito Vasectomía- pero los ojos, no me los toquen.
También he llevado lentes de contacto, pero no las tolero bien y es bastante engorroso.
Esta semana ha llovido, poco, pero ha llovido y me he alegrado, la falta de agua es grave según dicen los expertos y hace tiempo que tomamos conciencia. No he maldecido mi suerte cuando las gotas han cubierto los cristales de las ventanas que me muestran el mundo como es en realidad, más bien al contrario, me he alegrado mucho.
Por desgracia, este fin de semana vuelve a lucir el sol, qué bien hubiera ido poder estar en el sofá de casa con un buen libro entre las manos mientras escuchamos los sonidos de la calle:
Plou i a defora bufa es vent...
(Pedazo de canción del mallorquín Tomeu Penya, cuya traducción es: Llueve y fuera sopla el viento...)


viernes, 11 de abril de 2008

Paseo en bicicleta.

Un domingo cualquiera de nuestra vida. El sol primaveral se alza majestuoso en un cielo azul con alguna tímida nube, se dibuja una postal de absoluta pulcritud, la temperatura es la idónea, ni frío ni calor.

Un bonito día para dar un paseo familiar en bicicleta, estampa idílica y saludable que tanto nos han vendido en anuncios, series y películas.

Nuestra generación creció viendo la serie Verano Azul de Mercero en tiernos veranos y la imagen del grupo en bicicleta quedó profundamente clavada en nuestras retinas.

Desayunamos a las diez y media mientras decidimos que daremos un paseo en bici, a las once y media nos vestimos y mientras Penélope se encarga de los niños yo preparo las bicicletas. Cuando Ariadna era pequeña, a veces la llevaba al jardín de infancia en una sillita sujetada a mi bici. De vuelta a casa le iba diciendo cosas como:

-¡Mira qué gatito! Con la finalidad de mantenerla despierta al menos hasta llegar.

A veces no respondía y yo sospechaba que se había dormido -sobre todo cuando sentía que apoyaba su frente en mis lumbares.

Si utilizas a menudo la bici sólo tienes que comprobar la presión de los neumáticos de vez en cuando, dos ruedas, pero hoy día, para ir a buscar pollos asados un domingo con toda la familia, debo:

Revisar las presiones de ocho ruedas, lo cual es un gran esfuerzo que reduce considerablemente mi capacidad motriz, pensaréis que soy exagerado, pero aparte de hinchar ruedas, tengo que alzar el asiento de mi hijo por que ha crecido, engrasar la cadena de la bici de mi hija, ajustar los frenos de todas las bicis, encontrar las llaves de los candados -que piensas ¿Para qué? Si no nos apartaremos de las bicicletas. También reajustar el sillín de mi esposa, ya que Ariadna a veces lo mueve, sacar el polvo de todos los sillines, engrasar la cadena de la bici de Joel... ¡Vaya! Casualmente acaba de llegar a mi vera para ayudarme y me dice:
-Papá, ¡No quiero las ruedecitas! ¿Cuándo me las sacarás?

Y yo, que no puedo evitarlo y jamás atiendo la hora en domingo, voy a buscar las herramientas necesarias. Es bueno que tu hijo quiera dar el salto de las cuatro a las dos ruedas, curiosamente deseará en un futuro hacerlo a la inversa, de la bici al coche -espero que pase de las motos.

Mientras aflojo tuercas lo envío a que se ponga el casco y las protecciones de codos y rodillas, nos espera un rato durillo.

-No sé dónde están -me dice.
-Pues búscalas, que dicen que quien busca, encuentra -contesto en tono paternal.
Instantes más tarde aparece con las manos vacías. No ha encontrado ni el casco ni las protecciones de patinaje. Estoy tentado de atarle un cubo a la cabeza y vendarle todo el cuerpo, pero eso no lo protegería suficiente, así que lo envío a casa de nuevo para que hable con su madre, que en ese momento discute con Ariadna sobre el modelito que tiene que llevar para ir a buscar los pollos...

Finalmente aparece cubierto con todo aquel menaje, parece ir a la guerra y me acuerdo del día en que aprendí a ir en bicicleta. Me protegían unos pantaloncitos excesivamente cortos, abrochados por encima del ombligo, unas sandalias de piel y una camiseta ceñida al cuerpo, ¡Ah! y para la cabeza, mi pelo, por delante los dientes y por los laterales, las orejas ¡Claro!

Tengo todo a punto, Joel en su bici, parece querer caer antes de pedalear, pero lo sostengo y le doy unos consejos básicos, sujeto con mi mano la parte posterior del sillín, él empieza a pedalear y yo corro a su lado. A los treinta metros dejo de sujetarlo, pero continúo corriendo a su lado, va solo y no se lo quiero decir todavía. A los cincuenta metros me detengo para tomar aire, resoplo y lo miro orgulloso, entonces grito:
-¡Muy bien hijo! ¡Vas tú solo!
¿Para qué le digo nada? La bici empieza a hacer zigzag y ambos caen al suelo.

Es la una del mediodía y Joel, cargado de protecciones, acaba de catar el manillar de su bicicleta con su barriga. Corro a su lado:

-¿Te has hecho daño?
-Un poquito -dice él.
-¡Anda vamos que no ha sido nada! Lo has hecho muy bien, has pedaleado solo desde allí hasta aquí, ¿Qué te parece? -él mira la distancia recorrida orgulloso, se queja un poco, pero no llora.
Lo va probando una y otra vez. Se cae, se levanta, se cae, se levanta, no se cae, no se cae, gira el manillar y se cae, claro, le falta saber dar el giro sin caer, pero ésta será otra lección. Son las dos menos cuarto, todavía no hemos ido a buscar los pollos y Penélope está de los nervios, amenaza con ir en coche a buscarlos ella misma. Vuelvo a colocar las ruedecitas a la bici de Joel, es demasiado pronto todavía para ir hasta el pueblo.
En el momento en que están todas las bicicletas a punto, me veo sudando como un cerdo, mis manos se asemejan a las del mecánico que acaba de cambiar el motor de un camión y me doy cuenta de que también me he ensuciado la camiseta, todavía no hemos salido de casa y ya debería ducharme y cambiarme entero. Me lavo las manos y la cara con agua fresca, cambio la camiseta por otra -ésta está para tirar, será irrecuperable en la lavadora.
A las dos del mediodía, bajo un sol de justicia, salimos toda la familia a buscar los pollos asados en bicicleta. No está muy lejos, tal vez haya un quilómetro de ida, cuesta abajo.
A medio camino, la cadena de la bici de Ariadna se sale de su sitio!?! Nos detenemos todos, observo a mi esposa que ya resopla mirando el reloj.
Arreglo la cadena, aconsejo a Ariadna que no manipule el cambio de piñón y con las manos sucias y grasientas de nuevo nos ponemos en marcha.
Tomamos un granizado de limón en una terraza del centro, de esos que te hielan el cerebro y te provocan un intenso dolor en la frente. Aprovecho para enjabonar mis manos en el aseo. Los niños insisten en la necesidad de encadenar las bicicletas, tu crees que no es necesario y ellos que sí.
La vuelta a casa para comer se hace muy larga. Es cuesta arriba y tenemos que detenernos más a menudo a esperar a los niños. Mi esposa está impaciente, tenemos hambre y el aroma del pollo sale del cesto que tiene justo delante, quizás está tentada de dejar la bici a un lado y sentarse a comer allí mismo, pero no estaría bien y ya queda poco camino para llegar.
Los últimos doscientos metros simulo que quiero atrapar a Joel para animarlo a ir más rápido. Con Ariadna ya no funciona este truco, ella recorre la distancia final caminando, no puede pedalear más, está muy cansada, yo también estoy cansado.
A cualquiera que le diga que he hecho dos quilómetros en bici y estoy cansado se reirá de mí. Comemos juntos, una siesta en el sofá y película para niños.
Eso de la estampa idílica de un paseo familiar en bicicleta es mentira, una falacia que se inventaron para hacernos creer en la alegre paternidad y nos enredaron. Como un bobo pensé que sería un día maravilloso, pero nos faltó el equipo de creativos de agencia de publicidad con operarios de decorado, técnicos de attrezzo, director de fotografía, cámaras y sobre todo un director de rodaje que dijera aquello de:
-¡Acción!
Las bicicletas quedaron guardadas en su lugar hasta la próxima.
Mejor dejar el ciclismo para cuando cada uno hinche sus propias... ruedas.


miércoles, 9 de abril de 2008

Il Padrino, 3a parte.

La tercera vez que me propusieron ser padrino de boda lo acepté con los ojos cerrados, se casaban Pep y Mari, que un año más tarde aceptarían ser los padrinos de mi hija, Ariadna. No se lo propusimos como revancha, lo hicimos con mucho gusto y nunca nos hemos arrepentido de ello.

La relación de amistad que tenía con el novio venía de muy atrás en el tiempo y la escogida era Mari, a quien yo conocía, de aún más atrás, como a Rosa o Maria Rosa por que habíamos sido compañeros de clase en el Belloch.
Basé el poema en este hecho y expresé todo lo que sentía además del juego del cambio de nombre.
Cuándo me presenté en casa de ella y con la experiencia anterior no pasé muchos nervios, tenía muy claro y preparado lo que tenía que hacer y así fue, todo bajo control, algo que seguro gustó mucho a Pep, un buen amigo a quien le entusiasma tenerlo todo bien organizado, es Cancer -un día escribiré de mi relación con los cancer.
No toméis muy en cuenta la mata de pelo sobre mi cabeza: -Una maaala taaaarde la tiene cualquiera... -como diría el sabio Chiquito de la Calzada.
La novia al verme debió pensar: Qué original este Sergi, me trae el ramo en la cabeza. La frené en el momento en que empezaba a tirar de mi pelo entregándole el ramo de verdad.
De la boda no puedo contar casi nada, supongo que debido al peso de la seta que lucía en la cabeza -que defiendo como moda propia de aquel tiempo a pesar de lo que se pueda decir-, me atacó un fuerte dolor de cabeza que me obligó a marcharme temprano. Me supo tan mal tener que irnos que una vez en casa, después de una bañera y alguna cosa para calmar el intenso dolor, tomamos suficientes fuerzas para encontrarnos con ellos en una pseudo-discoteca de Granollers donde pinchaban temas disco de nuestra época -qué fuerte suena esto.
Qué buena sensación volver a escuchar los temas que bailábamos quince años atrás. Temas hechos para bailar y escuchar, letras comprensibles, no sólo chunda-chunda y frases extrañas ininteligibles que acababas con la cabeza como un timbal.

Cuánta gente cantó el: Wooooords, don't come easyyyy, to meeeee... sin tener ni idea de su significado, pero con aquello se obtenía el inglés suficiente para hablar con alguna turista, que ante aquellas palabras, quedaría atónita: dis is di onli uei, for mi chu sei, ai lof iu, uors don cam isi -a veces siento que se me va la olla...
Bailamos encantados y lo pasamos muy bien, realmente una noche para recordar.
Reitero las disculpas a los cinéfilos amantes de la trilogía de El Padrino que vengan a parar a mi pequeño rincón de mundo buscando información, aunque viendo las fotos ya se darán cuenta y marcharán por donde han venido, supongo. Quizás acabaré viéndolas, aunque tampoco he visto Lo que el viento se llevó y no me ha pasado nada, se puede vivir sin esta experiencia, cuarenta años al menos.


martes, 8 de abril de 2008

Il Padrino, 2a parte.

La segunda vez que me pidieron hacer de padrino me sorprendió, quedé patidifuso, desconcertado y horrorizado, pero acepté.

Mis suegros, después de compartir más de veinticinco años de vida en común además de tres hijas mayorcitas, se casaban -por lo civil como se dice- y yo era el escogido para ser el padrino.

Recuerdo que tardé bastante tiempo en digerirlo, pero al fin, justo la noche anterior preparé un poema, o una cosa parecida.
Siempre he defendido la teoría del día antes y aún más la teoría de la noche antes.
Los momentos de máxima inspiración me sobrevienen a menudo fruto de las prisas, cuando dispongo de poco tiempo.

Penélope y yo vivíamos en casa de mi madre. Ella para poder ir a estudiar con facilidad a Barcelona y yo sólo por el simple hecho de ser hijo de mi madre. Teníamos que ir a Roses el mismo día de la boda, a ciento treinta kilómetros de distancia y la boda era hacia las doce, este fue el primer error.

Como siempre, el tiempo se escurrió con facilidad exasperante y salimos pitando camino al Empordà. A los ciento diez kilómetros de viaje hicimos repaso con Penélope de las cosas que debíamos llevar -algo que se debe hacer en casa, jamás dentro del coche en marcha- aquí cometimos el segundo error.

Los nervios de la ocasión no nos dejaban pensar con claridad, pero cuando me preguntó por el poema, un: -Mecag...! precedió a toda una serie de pensamientos que estallaban en mi cerebro: No puede ser que me lo haya dejado en casa... ¡Piensa Sergi!... Pero conduce, cuidado con el camión... Qué sudor frío me sube por la espalda... Tengo la mente en blanco... ¡Qué marrón!... Me pongo verde, azul, gris y ... Morado ¿Morado? No morado no... lila, jod... ¡Cuántos colores...!

En este instante el surrealismo se apodera de mí y sufro un batiburrillo de ideas, a cuál más idiota:
¿Y si nos perdemos la boda? ¿Y si nos encerramos en cualquier hotel y nos olvidamos de todo? ¡Jod... Sergi, que es la hija de los novios! Inventa algo, recuerda, recuerda, ¡Recuerda!
La única cosa que recordaba vagamente era el final del poema:
... y vamos cono Alfredo que impaciente te espera... o una cosa parecida, claro que muy impaciente no debería estar, conocía cada gesto de la novia a la perfección, no en vano llevaban juntos un siglo y medio. ¿Porqué tengo que hacer esto?
Mis escuálidas piernas no querían entrar en la casa, me sentía como un cordero camino del matadero.

Qué desgracia y qué vergüenza, con veinte añitos. No recuerdo con precisión qué dije una vez dentro delante de mi suegra enfundada en un vestido de novia y los parientes a su alrededor, no lo tenía preparado y de los consejos del profesor Zum referentes a respirar fuerte y abrir las piernas, no me veía capaz de hacerlo si no era dentro de un lavabo, porque me lo podía haber hecho todo encima, como un bebé.

Sin utensilio en las manos que me diera seguridad y las piernas con tembleques, no acabé de creerme que aquello fuera de veras y me estuviera pasando a mí. Al final cité frases que más me sonaban. Quizás empecé con una cosa parecida a:

-Estás Elma tan hermosa...

Para acabar con aquello de:
... y vamos con Alfredo que está en la iglesia esperando...
Tercer error, ni era en la iglesia -se casaban por lo civil en el Ayuntamiento de Roses- ni eran gente de misa, precisamente.
Siempre he tenido una espina clavada por aquello.
Unos veinte años después me veo en la obligación moral de resarcir aquel día y me dispongo a escribir unas escuetas frases para Elma, mi querida suegra:

A ti quiero agradecer
que pusieras tanto empeño
en hacerme entender
que tu vida no es sueño.

No fue fácil tu vida
al recorrer el camino
hallaste rosas y espinas
perfumes y castigo.

Agradecido escribo
veinte años más tarde
que el calor recibido
de mi corazón es parte.

Esposa, madre y abuela,
para mi la mejor suegra
de los nietos la alegría
del yerno, buena amiga.

Como se puede apreciar claramente, no tengo casi nada de poeta, pero lo que escribo es de corazón y como más vale tarde que nunca, se lo haré llegar.
A lo mejor me presento en su casa y se lo recito... guardadme el secreto, shshshshsh...


lunes, 7 de abril de 2008

Il Padrino, 1a parte.

La tradición marca que el padrino de la boda sea una persona próxima a los que se casan, le lleve el ramo a la novia y le recite un poema -si éste es de cosecha propia mucho mejor. Es la persona enviada por el novio para ir a buscar a la novia y acompañarla a la iglesia, o al lugar en el que espera impaciente el novio -a excepción de que el novio esté en un bar o en lugar peor.
Este honor me ha sido encargado en tres ocasiones en toda mi vida y las publicaré en fascículos, tres entregas esta semana para evitar que los escritos sean demasiado largos.

Leer o recitar en público es una situación difícil para la mayoría de mortales.
En el Collell, cuando tenía catorce años, debíamos preparar una conferencia y exponerla ante el resto de compañeros de clase, preparé la biografía del grupo Supertramp y me puse tan nervioso en la exposición como los demás compañeros.

Todo ello porque todavía no había recibido los sabios consejos de Zum, profesor de religión muy apreciado por los alumnos del Collell, silencioso y estrafalario, peculiar portador de una americana con un escudo universitario en la pechera al más puro estilo de un college inglés, quién decía que una cosa es ponerse nervioso, que es totalmente normal, y la otra es que en el momento de exponer algo en público, lo debes tener muy preparado, tienes que sostener alguna cosa entre las manos -se refería a un bolígrafo, no a tocamientos personales- y sobre todo, inspirar profundamente manteniendo los pies firmes en el suelo, separados ligeramente para encontrarte suficientemente equilibrado -pero no para iniciar ejercicios gimnásticos.
Estas premisas te proporcionan la seguridad necesaria para obtener éxito hablando en público, ahora bien, no puedes pasar por alto ninguno de los conceptos citados.
La primera vez que hice de padrino fue con Rosa. Se casaba con mi tío Toni, el hermano pequeño de mi madre. Sufrí mucho para confeccionar un poema adecuado, era la primera vez y ya se sabe, las primeras son las más difíciles. Poco a poco fui llenando la hoja en blanco, borrando un poco aquí y añadiendo un poco por allá, como un rompecabezas que al fin consigues completar.
El día de la boda Penélope me acompañó a casa de los padres de Rosa. No conocía a casi nadie y la familia de ella esperaba al joven padrino de diecisiete años, ramo y poema en mano.
Nervios a flor de piel, qué responsabilidad me había caído encima. Una cosa era tocar la guitarra encima de un escenario y cantar -con más pena que gloria y algún gallo incluido- y otra cosa era recitar unos versos en público.
Haciendo caso a los consejos de aquel profesor me lancé y creo que fue bastante bien.
Pido excusas a los cinéfilos por el título que he puesto al escrito, pero creo que está justificado. Para acabar de tocar las narices, diré que no he visto ninguna película del Padrino, mille escusi, ma io preferisco le pellicole umoristici, non desidero soffrire.

sábado, 5 de abril de 2008

Añoranza.

Mi esposa se marchó ayer a Mallorca, parece ser que a un cursillo de estética de tantos a los que suele asistir, pienso que se lo combinó para descansar del trajín que ha tenido que coordinar para mi aniversario.

Antes de marcharse me dio algunas instrucciones para el fin de semana como las cosas que había que comprar, qué cenarían los niños esa noche, etc.
Confeccioné una mini lista en la pizarrita de la nevera y le hice una foto con el móvil aprovechando la tecnología. Fuet, tomates para untar al pan y libritos de lomo para los niños, todo podía comprarlo en la misma calle donde debía hacer un encargo.
Ese mediodía comimos canelones en casa con Penélope, elaborados en la misma tienda a la que iría a comprar.

Por la tarde y después del encargo, me dirijo a la tienda a comprar. Unos metros antes busco la fotografía en el móvil, pero me da un error y no aparece, ya está ¡Qué cagada!
Dos cosas tenía claras: Fuet y tomates para untar. Llamo al móvil de Ariadna con la esperanza de que me lea la larga lista de la nevera, pero sale el contestador.
Entro en la tienda y cojo longaniza al vacío, el encargado me pregunta si sólo quiero eso y le digo:
-No, también querríaaa... estoooo... canelones, que los hacéis muy buenos.
No hace ni cuatro horas que mi mujer se ha marchado y ya la añoro. Toda la tranquilidad que sientes al saber que cada uno se encarga de sus tareas en casa te falta cuando estás solo ante el peligro. Quería hacerlo bien para no acabar cenando pizzas o mixtos de jamón y queso.
Por la noche en casa, la niñera de mis hijos, Elena, me pregunta por los libritos de lomo y le cuento lo de la foto del móvil. Me prepararé un bocadillo de pan con tomate con longaniza, como ya he ido a comprar tomates y longaniz... suena el teléfono.
-Hola cariño, ya hemos llegado a Mallorca... bla, bla, bla... ahora estamos en el taxi dirección al hotel.
Le explico lo de la foto del móvil y se ríe. Mientras hablamos me doy cuenta que he olvidado un pequeño detalle, comprar tomates para untar está bien, pero tienes que tener pan donde restregarlos si no quieres hacerlo sobre galletas María. Mi mujer siempre compra el pan y no había caído, como no estaba en la lista. Nos despedimos, cuelgo y salgo a toda mecha a comprar pan, dispongo de diez minutos para hacerlo. Seis horas sin ella y cómo la añoro.
Esta mañana, temprano, muy temprano, paseaba por la inmensidad del bosque de los sueños, allí donde nuestra mente se libera y toma el brazo de la señora imaginación, el lugar donde todo es posible y no eres consciente de lo que haces.
Me permito esta licencia para no decir que dormía profundamente como una marmota, no estoy seguro de si me encontraba inmerso en la fase REM del sueño, donde sufrimos los sueños más intensos o la Apetecandemor, ese estado en el que eres incapaz de recordar aquello que has soñado, voluntariamente o no -fenómeno parecido a la extraña pérdida de memoria en plena resaca después de una borrachera que quieres olvidar.

Con la cama entera para mí solo, mi posición era similar a la que adoptan los que se lanzan al vacío desde una avioneta, boca abajo, con los brazos completamente estirados, la almohada por encima de mi cabeza y las piernas muy separadas, como el hombre de Vitrubio caído de un quinto piso, vamos.
De repente suena el despertador ¿O es el teléfono? No, el despertador, pero ¿Quién lo ha puesto en marcha, si hoy es sábado? Es el teléfono, no hay duda, pero ¿Quién llama a estas horas? Me acerco a la mesita de Penélope y descuelgo...
-¿Ssssí...?
-¡No me digas que os habéis dormido! -dice una voz parecida a la de mi esposa.
-¿Cómo? ¿Qué dices? -despierto- Cariño hoy es sábado -le digo.
-¿...?
Se queda en silencio por un momento y se disculpa, creía que era viernes. En su preocupación por nosotros, de que todo estuviera en su lugar y controlado, ha pasado este pequeño detalle por alto.
Añoranza no sería precisamente la palabra que hubiera usado en ese momento, pero es mi esposa y lo que cuenta es la intención, casualmente a los pocos minutos se han levantado mis hijos y yo con ellos.

Penélope, dos cositas:
Tranquila, pásatelo bien, aprende mucho y relájate, que nosotros estamos muy bien como puedes imaginar. He hinchado las ruedas de las bicicletas de los niños, les dejaré dinero para que pasen lo que queda de fin de semana y unas llaves de casa, si quieren hacer una fiesta les he dicho que lo quiero todo recogido para cuando tú llegues, yo ahora me marcho a un balneario y ya volveré el domingo, más o menos como tú, a la hora del fútbol.
Te ama y te añora.
Tu marido.




viernes, 4 de abril de 2008

Dos veces en la misma piedra, sin querer.


Hoy me he puesto una de mis camisas preferidas. Hacía unos cuantos meses que no me la ponía, pero hoy lo he hecho y la experiencia no ha sido buena. He tropezado dos veces con la misma piedra, sin querer.

Presumo de tener mucho cuidado de las cosas, como el móvil, no me cae casi nunca de las manos, pero hoy se me ha caido en dos ocasiones, y lo que es peor: ¡Seguidas!
Recojo las cosas para salir de casa y como hace calor confío que no echaré de menos la chaqueta, por lo tanto meto la billetera en el bolsillo del pantalón, cuelgo todas las llaves en distintos dedos de la mano, y el móvil... ¿El móvil? ¡Ah! Lo meteré en el bolsillo de la camisa, claro.

Creo que me vendría bien una mano extra. Con las prisas habituales coloco el móvil en el bolsillo de la camisa, pero Tora me distrae, está mordiendo los cordones de mis zapatos -qué obsesión- siento un sonido plástico contra el suelo... ¡El móvil!
-!Seré cazurro! No he acertado al intentar meterlo en el bolsillo. Renegando me agacho y lo cojo. Con sumo cuidado lo introduzco, ahora sí, en el bolsillo.
Ante mi estupefacción, el maldito utensilio tal como entra, sale por debajo y cae al suelo de nuevo, pongo cara de tonto mientras una frase graciosa me viene a la mente:
"El gilipollihmo eh una manera de entender la vida". Entonces recuerdo y pongo mi mano sobre el bolsillo...

Hace meses metí un chicle en el bolsillo de aquella camisa y con el calor se deshizo dentro. Corté el problema de raíz -nunca mejor dicho-, tijeras en mano me cargué a recortes el fondo del bolsillo y listos. No era necesario coserlo, nadie notaría la diferencia. ¿Nadie? Ni yo mismo. Mientras recortaba pensaba: si este bolsillo es puro adorno, no lo utilizo nunca. Estaba convencido que lo recordaría, pero por lo visto, empiezo a sufrir signos de vejez.
Instantes después otra frase me ronda:
¿Cómo puedo tener tanta memoria a veces para según qué cosas y para otras no?
¿Porqué recordar la matrícula de aquel Citroën GSA que tenía mi padre si hace muchos años que no se fabrica y no soy capaz de recordar que me cargué un bolsillo?

Probablemente este fin de semana queme la camisa o cosa el bolsillo. Una de dos.



jueves, 3 de abril de 2008

El libro de mi vida.


Al empezar a escribir el blog este año, han pasado un montón de recortes de vida por mi mente y ello ha provocado en mí que esté especialmente sensible.

Escuché por casualidad The book of my life de Sting y caí en la cuenta que en realidad era lo que estaba haciendo, estaba escribiendo el libro de mi vida.

Con esta excusa, he vuelto a ver a gente que ha formado parte de mí, viejos amigos que hacen el esfuerzo de acompañarme en días especiales como el de mi aniversario. Me gusta esta sensación, me gusta sentirme querido, por que yo también quiero.

Es similar a la boda, por unos días eres el protagonista y vuelves a ver a la familia y amigos que llenan tus ojos de alegría.

No quisiera pasar por alto un regalo especial que me hizo mi esposa.

Ha realizado una complicada tarea de recopilación de fotos y dedicatorias de familiares y amigos, además del vídeo elaborado por Marcos, que visionaríamos en el hotel de Martí con más mensajes de felicitación -vídeo que tengo pendiente de colgar en el blog en breve, claro.

El día 23 de marzo de 2008, en casa rodeados de familia y amigos, Penélope me entregó un dossier de la recopilación y en aquel momento fui incapaz de pasar una hoja sin emocionarme, al ver que no era capaz, dejé la lectura para la tranquilidad de la noche, justo en el momento en que el corazón volvía a su sitio, fui repasando con minuciosidad cada palabra y cada foto con signos claros de emotividad.
La noche de la fiesta sorpresa en el hotel de L'Escala recibí el libro sustituto del dossier y me hizo especialmente feliz que Martí y Marta -amor forjado en el Collell como el nuestro- pudieran añadir, por fin, su dedicatoria, todo el mundo quedó encantado de la estancia en el hotel y del trato recibido.
Este aniversario ha sido sensacional.
Sería bonito no olvidarlo jamás.