miércoles, 29 de octubre de 2008

Cambio de habitaciones

De las tres habitaciones que hay en casa, nuestra hija ocupaba la más pequeña -conocida normalmente como: la individual-, nuestro hijo ocupaba la doble -conocida como: qué morro!- y nosotros la de matrimonio -conocida como: la sala de máquinas ;-)
De un tiempo a esta parte, Ariadna buscaba motivos para cambiar de habitación.
Necesito más espacio para estudiar -estudiar??
El pez y yo no cabemos -ya dije que era un mal regalo...
No me cabe el reproductor de mp3 -si fuera un "tocata" para vinilos con amplificador, radio estéreo, reproductor doble de cassetes y altavoces tamaño discoteca como los que teníamos nosotros....
Joel la tiene más grande -¿Dónde meteremos todos sus juguetes?
Cuando tuvo al hermano convencido -todavía no sé cómo-, decidieron que haríamos el cambio.
De manera inocente, pensé que se trataría de un simple: ¡Tú aquí, tú allá y ala! Tira millas, pero me equivoqué, la decisión implicaba:
Desmontaje de estanterías en general, camas en particular y movimiento de ropa de armarios. Restauración de paredes con masilla -qué manía de hacer agujeritos con los deditos en las pareditas que tienen los niñitos...- papel de lija y más masilla. Ambos techos conformaban un universo interminable de estrellas, lunas y planetas pegados, que al tiempo de desprenderlos, se llevaban parte de la vieja pintura...
¿He escrito pintura?
Sí, pintura.
-¿De qué color quieres la habitación, Joel?
-¡Roja! -por qué preguntas, Sergi...

Finalmente quedamos en que será azul, pero azul cielo, porque los muebles ya son azules. Compro la pintura con el color ya preparado de fábrica, una buena marca que garantiza una sola capa -menos trabajo.

Cuando Penélope empieza a pintar, vemos que es el color que ha escogido Ariadna: lila clarito -freno de mano, volantazo y chirrido de neumáticos:

¡Quietaaaaar! ¿Ahora qué hacemos? Cambio de planes... inesperado. Pintaremos la de Ariadna con ésta y la de Joel con un color más claro que el azul-cielo-que-parece-lila.

Con dos botes de ocre suave me presento en casa y mi mujer dice que no, que ya irá ella. Llega con gris claro que es... oscuro.

Cuando las cosas se tuercen y ya lo tienes casi todo a punto, ir a comprar pintura y escoger un color a fin de que te lo hagan es una paliza, porque a menudo la pintura que te colocan es de peor calidad -como fue el caso- y así, capa a capa, la habitación más pequeña se comió más de 10 kilos de pintura, cuando a la otra sólo le hizo falta la mitad.

Viernes, sábado y finalmente domingo por la noche acabé con la pintura. El lunes a buscar muebles, cargarlos y montarlos y el martes casi todo terminado. A todo ello, intenta hacer vida normal y cambia la hora de los relojes...

Basta decir que a las diez, máximo a las diez y media de la noche me iba a dormir... ¿y el blog? Sin ánimo para ni siquiera mirarlo.

Hoy quizás podré ir a dormir más tarde con el convencimiento de que hay cambios en nuestras vidas -al menos en las de nuestros hijos- y una anhelada vuelta a la normalidad.

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