La pasada Navidad tenía que ir a ver a Rosa, la secretaria del despacho que cerramos a finales de 2007.
Debido a que días antes, yo había acompañado a mi mujer a una tienda especializada en chocolate y sabía a ciencia cierta que podría comprar una igual, para no presentarme con las manos vacías en casa de Rosa, cogí de casa una cajita de bombones que mi mujer guardaba con esmero para abrirla en una fecha señalada.
Escribí una nota de agradecimiento de parte de los socios y se la llevé pensando que después iría a comprar otra igual y mi esposa mujer no se daría cuenta.
La visita transcurrió con la normalidad esperada y cuando me despedí de ella, de su hija y de su marido me dirigí inmediatamente a la tienda de chocolate con la esperanza de que ese fuera mi día de suerte.
-Hola, buenas tardes. Quiero comprar una cajita así alargada con unos bombones variados de distinto chocolate.
-Ningún problema, aquí lo tienes, escoge tú mismo.
-Pero, no tenéis unas cajitas rojas, no sé si te acuerdas de mí, vine con mi esposa hace unos días y nos llevamos una.
-Síii... mmm... -ella piensa- ¿no te va bien ésta?
-Es que tiene que ser igual, el caso es que le he regalado la cajita de mi esposa a una chica... y no quiero que lo sepa... -me estoy metiendo en un lío- bueno es mi secretaria y... -eso suena peor-.
-No, no, quiero decir que no me gustaría que se enterara... -llegados a este punto, percibo que la chica ya se ha hecho una idea totalmente equivocada de mí y me suben los colores a la mejilla-.
-No pasa nada, podemos meter esta variedad de bombones en una de estas cajas -dice ella, yo callo y me tranquilizo relativamente-.
-Sí, muy bien, así quedará bien. El caso es que he ido a verla y no quería presentarme sin nada -calla y tira p'alante, me digo- cerramos el despacho y claro está...
Pago y salgo de la tienda, el aire fresco me va muy bien a la cara.
No notará la diferencia seguro. La cajita es la misma. ¡Estoy salvado! Vuelvo a casa y dejo la cajita en el mismo armario donde estaba la otra.
No notará la diferencia seguro. La cajita es la misma. ¡Estoy salvado! Vuelvo a casa y dejo la cajita en el mismo armario donde estaba la otra.
Días más tarde, Penélope decide abrir la caja en una cena de aquéllas de Navidad.
Al abrirla se queda sorprendida, descubre que en el interior hay muñecos de Papá Noel de chocolate. La otra tenía arbolitos de Navidad, la memoria le falla seguro.
Pienso: ¡Qué manía que tienen algunos con las figurillas de Navidad!
¡No sólo son las figurillas, además se da cuenta que entre los muñecos de chocolate blanco y con leche, también hay muñequitos de chocolate negro, cuando a ella no le gusta.
Pienso: ¡Qué manía que tienen algunos con las figurillas de Navidad!
¡No sólo son las figurillas, además se da cuenta que entre los muñecos de chocolate blanco y con leche, también hay muñequitos de chocolate negro, cuando a ella no le gusta.
Aquí confieso mi ineptitud.
¿Quién me mandaría improvisar?
Todavía pienso en lo que debieron hacer volar su imaginación las chicas de la tienda de chocolate... y es que el tomate ha hecho mucho daño al país.
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