Estoy en el coche, busco aparcamiento y doy otra vuelta a la plaza del barrio, paso dos veces por delante de una tienda, una zapatería concretamente, donde trabaja Montse, la hermana de mi cuñada Sílvia.
Parece que hay un aparcamiento a unos cincuenta metros, por fin consigo meter el vehículo en uno de los llamados en batería -se llama así porque cargas pilas cuando consigues aparcar- y bajo con dificultad, pero no porque haya engordado -que también desde que escribo en el bloc-, sinó porque no puedo abrir completamente la maldita puerta, parece que quien ha dibujado los aparcamientos saque algún rendimiento económico -éstos todavía son libres de pago.
Salgo hacia la acera y de lejos veo a Montse en la esquina charlando con un chico, pienso: mira, Montse y Xesc, les saludaré.
Ella está de espaldas a mi y él frente a ella. Estoy a unos cuarenta metros, me acerco un poco y lo observo desde la acera, al otro lado de la calle, pensando que, o bien ella ha crecido desmesuradamente, o él ha encogido y engordado al mismo tiempo. En este punto me detengo, si no está Xesc ¿Qué hago entrometiéndome en una conversación entre Montse y un tipo al que no conozco?
Como tengo que hacer algunas cosas por el barrio ya la saludaré más tarde, si es que aún está por allí. En el momento que me doy la vuelta veo que se despiden, se abrazan y se dan un beso... en los labios?!?
De repente me sube un escalofrío por la espalda y se me eriza el bello de los brazos mientras pienso: ¡Caray qué fuerte!
Me he quedado plantado como un pasmarote delante de la frutería, justo en medio de la acera, entorpeciendo el paso de unos abuelos que salen de comprar.
-Disculpen -les digo educadamente- mientras me aparto hacia un lado.
La situación me supera. ¿Qué me importará a mí lo que ella haga? ¿Ya es bastante mayor para saberlo, pero no es muy arriesgado hacerlo a plena luz del día? Y además en su zona, donde todo el mundo la conoce, no me lo puedo creer. Ahora el malnacido se marcha, la verdad es que no hacen buena pareja, es más bien bajito y poca cosa, ella es un pedazo de mujer que... ha engordado un poco... ¿Demasiado? El último beso que se dan me descubre la cara de Mont...
¡Jo...er Sergi! ¡Si no es ella! Qué susto, ya decía yo que no podía ser -respiro tranquilo- la verdad es que es muy parecida, quizás esta chica está más rellenita, suerte que me he dado cuenta y no he metido la pata. El cabello, la figura igual un poquito más llena, pero no.
¿Cuántas historias de éstas se pueden dar en un pueblo? Quizás es así como empiezan muchos malentendidos.
(No acompaño foto en este escrito por no disponer de material al estilo paparazzi)
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