miércoles, 12 de noviembre de 2008

Videojuego de finales de los setenta

Es una tarde cualquiera de un día entre semana a la vuelta del colegio.
Mi hermano y yo pasamos por la peluquería a ver a mamá. Nos tiene dicho que la avisemos siempre de hacia dónde vamos. Le damos dos besos y pasamos la vergüenza de tener que ser anunciados a toda la clientela que nos mira diciéndonos cuánto hemos crecido y cosas de esas.
-¿Mamá, podemos ir a casa de Edu a jugar? -pregunto mientras ella rocía de laca el cabello de una señora.
Ella da su permiso y nos vamos, primero a buscar merienda a la Tiendecita de Josep (Hola Josep, apúntalo en la cuenta -le decimos) y después a casa de Edu.

Edu tiene un juego impresionante, se trata de destruir unas naves que bajan a diferentes velocidades hacia la parte inferior de la pantalla. El mando para ello es una pistola que tiene forma de botella pulverizadora. Sin cables. La munición, curiosamente, es al mismo tiempo la generadora de naves y el turno de juego se cambia cuando se vacía el depósito de munición.
Edu es el primero en jugar. Tiene mucha maña, se nota que estamos en su casa, debe practicar a menudo. Embelesados, Marc y yo observamos cómo va quedando cada vez menos munición... ¡Pronto me tocará a mí! -pienso.
Cuando Edu ya no puede exprimir más el gatillo me pasa el arma a mí y la tomo como si fuera un tesoro. Con ambas manos, giro el cabezal para cargar el depósito mientras Edu limpia la pantalla. Cuando el depósito está lleno de agua del grifo, enrosco el cabezal con gatillo y me preparo. Ante mí está el espejo del lavabo de casa de Edu, abajo está el fregadero que recogerá las naves. En ningún sitio se lee Start, empiezo cuando quiero. Apunto a la parte superior del espejo y disparo el tiro que soltará un primer grupo de gotas. Rápidamente voy disparando a cada gota que baja y de ésta salen unas cuantas más que se deslizan pantalla abajo huyendo del ataque. Animado continúo la batalla hasta que se acaba la munición. En ningún sitio se lee Game Over.
Ahora le toca a mi hermano y le paso el arma sin saber que aquella botella se llamará "joystick" años más tarde.
Quizás la madre de Edu se preguntaba por qué por las noches la toalla del lavabo estaba empapada...

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