lunes, 10 de noviembre de 2008

Tostadas con calidez de rescoldo

Hubo un tiempo en que la gente en el pueblo tenía la puerta de casa siempre abierta.
Para entrar en casa de los abuelos, una de tantas casas alineadas a pie de calle, sólo teníamos que abrir la puerta, alzar la voz para hacer que nuestro saludo se extendiera por el largo pasillo y dirigirnos al comedor.
Allí, en un rincón, el abuelo Joan, con un tenedor en la mano, tostaba una rebanada de pan de payés en la pequeña parrilla de la estufa de butano. Le dábamos besos y preguntábamos por la yaya Rosa, entonces nos adentrábamos en el calor de la cocina a través de un gigantesco escalón y la abrazábamos para darle también besos. El abuelo, con gesto divertido y simpático, nos invitaba a tostar pan. Mi hermano y yo tomábamos una rebanada y un tenedor cada uno y pasábamos un buen rato contemplando el vivo color naranja de los tres fuegos. A veces nos quemaban las manos al mantenerlas tan cerca de nuestra peculiar chimenea y el abuelo nos aconsejaba que no nos acercáramos tanto. Cuando las tostadas estaban tan a punto como nuestros estómagos, las regábamos con un chorrito de aceite de oliva, un pellizco de sal y nos las zampábamos.

Unos años más tarde pude tostarme una rebanada de pan de payés para desayunar en la masía de Jordi T. del Collell. Delante de una enorme chimenea que había en la cocina, clavé un tenedor en la rebanada, me senté en una silla y acerqué el pan a las llamas. Contemplaba el juego del fuego, la viveza de su color naranja. Aquel calor ante mí y el ardor en las manos me obligaron a dejar la tostada apoyada en el tenedor como un pequeño marco de fotos de sobremesa y retrocedí. Solitario en aquella cocina extraña, los recuerdos llenaban mi cabeza y me llevaron atrás cinco o seis años, al comedor y a la estufa, al lado de mi abuelo. Lo echaba de menos.

Hubo un tiempo en que la gente en el pueblo tenía la puerta de casa siempre abierta. Unos tostaban en una estufa y otros en chimeneas. Hubo un tiempo en que eché mucho de menos al abuelo y otro en el que eché mucho de menos a mi amigo Jordi. Ahora los imagino juntos tostando pan allá donde estén.

No me sabe mal compartir a mi abuelo con un buen amigo si por medio hay tanta calidez de rescoldo...

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