Esta vez he tenido la previsión de esconder las gafas dentro del bolsillo de la camisa para evitar salpicaduras de agua innecesarias que sólo me harían maldecir -ahora ya podemos maldecir cuando nos cae la lluvia encima, no como hace un tiempo, en medio de la sequía, que escribí un post al respecto.
Me planto delante del coche y abro la puerta, me llueve en la espalda porque el lado defectuoso del paraguas -que no merece ser nombrado así- no deja de echarme agua encima. Entro la bolsa de mano primero y yo después -educado incluso con los objetos- el utensilio estropeado es el último en entrar -que le den, pienso- intento cerrarlo y no quiere, la lluvia empieza a mojarme las muñecas y se escurre bajo las mangas de mi chaqueta.
Las varillas torcidas impiden un plegado normal y reniego:
-¡Coj...nes! ¡Tiene la capacidad de abrirse solo, pero no se cierra ni forzándolo manualmente!Segundos después consigo mi objetivo, pero tengo las mangas de la camisa húmedas. Cierro -por fin- la puerta del coche y el utensilio del demonio se abre hasta donde mi movimiento reflejo le permite ante mi estupefacción.
-Coj...nes!!! -pongo cara de tonto, y más sin gafas- he olvidado que la única cosa que sabe hacer a la perfección es abrirse inoportunamente...
Con la cara salpicada y a punto de perder un ojo, asfixio el paraguas con mis manos, lo cual provoca que el agua se escurra entre mis dedos, tal como si las pusiera bajo un grifo, no tengo más tiempo para perder, lo sujeto firmemente con la mano izquierda y con la otra ato la cinta que los diseñadores concibieron para tal efecto. ¡Cómo no he caído antes!
Lo paso detrás y me chorrea los pantalones, el agua es fría: ¡Vaya! ¡Ahora no me apetecía esta propina! No he roto la mierda de paraguas porque estaba dentro del coche y se podía haber desplegado solo de nuevo...
En el momento de introducir la llave en el contacto me doy cuenta, a pesar de no llevar puestas las gafas, de que ya no llueve. Pongo en marcha el motor pensando en un tal Murphy, me pongo las gafas secas y limpias y meto también la directa que voy tarde.
Al cabo de mi calle, de un árbol a otro, una cinta policial como las de las películas de crímenes de Hollywood impide el paso de los coches, continúo por la vía alternativa que se usa siempre que cortan aquella calle. Voy detrás de unos cuantos coches que se han encontrado como yo, pero allí también luce otra cinta policial. Mecag... me han cortado las dos vías principales de salida hacia Granollers, por lo tanto, tengo que dar una vuelta extraordinaria, pasando por el centro, para dejar el pueblo atrás.
Desde la carretera, ya de salida y en medio de un atasco considerable, he descubierto el porqué de todo: La calle que acompaña el río está inundada.
Llego prácticamente sin lluvia a la puerta del trabajo, un cubo de fregar bloquea la abertura total de la puerta, parece que tenemos goteras. En el vestuario hay ropa tendida, es de Esther. Una camiseta mojada colgada, el jersey encima de las sillas acompañando los pantalones calados por los bajos. En cuanto a Alba, también se intuye que se ha mojado, una frase me viene a la mente: Siempre hay alguien que está peor que tú.
Ya lo dicen: Chubasco por Sant Pere Regalat, cuarenta días de chaparrón... Yo no tengo ni idea de qué día es Sant Pere Regalat, pero me lo comentó la chica de la floristería del sábado.
¡Ah! ¿El paraiguasmierdoso? lo he abandonado (foto) por si alguien lo necesita más que yo, aunque, según dicen, pronto se acabará la lluvia por aquí.
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