Siempre me han gustado mucho los niños.
En las comidas de pollo asado los domingos en casa de la yaya Rosa, cuando se reunía toda la familia sin excepción, habitualmente hacía de canguro de mis primos o, mejor dicho, de bufón, porque era bastante payaso. Todavía conservo aquel espíritu, supongo que lo heredé del abuelo Joan.
Desde que mi tío Toni dejó de ser el juguete de la casa y le robé el protagonismo familiar, yo era el primer nieto, me crié entre adultos.
Desde que mi tío Toni dejó de ser el juguete de la casa y le robé el protagonismo familiar, yo era el primer nieto, me crié entre adultos.
Con el tiempo, las cortas tardes de domingo se empezaron a llenar de hermanos y primos pequeños, Marc y Natalia, Albert hijo de la tía Juani y del tío Paco, David y Elisabeth hijos del tío Jaume y de la tía Pepi, MariJose y Oscar de la tía Sussi y el tío José, más adelante Tània y Toni del tío Toni y la tía Rosa, pero con éstos ya fue más tarde y no coincidimos mucho en casa de la yaya.
Jugábamos juntos en el patio mientras los adultos disfrutaban de largas sobremesas, de quinielas de fútbol, tertulias y espesa neblina de humo de tabaco. Yo me sentía importante, cuidaba de todos y la familia así me lo reconocía. Era muy divertido descubrir que un día mi primito David había aprendido a decir una nueva palabra y todos reíamos al oirla, lástima que la palabra era: "putamarica"; que Albert era un angelito con alas de azúcar igual que Oscar; que todas las nietas de la yaya Rosa habían nacido en día trece; que mi hermanita Natalia y la prima MariJose eran tan inseparables como "Zipi y Zape" y Elisabeth, la prima pequeña, quería jugar siempre con ellas... y que yo vivía permanentemente pegado a mi hermano, con quien he pasado, sin duda, las horas más divertidas de mi vida.
Éramos una gran familia, la sangre que corría por nuestras venas era del mismo tipo, así era como yo lo creía, por ello había un vínculo muy especial de avenencia entre nosotros.
Ahora que hace muchísimo tiempo que murió el abuelo, mucho tiempo que derribaron la casa de la yaya, bastante tiempo que murió la yaya... ahora ya sólo nos vemos todos en algún acontecimiento y cuando nos reencontramos, con unos tengo mejores sensaciones que con otros, hay tíos que no vienen siempre, otros ya no están con quien se casaron, hay primos que no conozco de verdad, otros creo que sí, pero en el fondo aún estoy convencido de que la sangre que corre por nuestras venas es del mismo tipo, roja, pero nos hierve de una manera especial.
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