domingo, 27 de enero de 2008

Vasectomía

Siempre había querido ser padre, conocer las sensaciones de un progenitor, dando la vida y luchando por los hijos. Fui padre por primera vez a los veintiocho años, uno de tantos sueños cumplido, pero al cabo de casi tres años, tan pronto como supimos que mi mujer volvía a estar embarazada y venía Joel de camino, nos planteamos seriamente el hecho de no tener más hijos.

Con plena capacidad para decidir cual era el proyecto de familia común en nuestras vidas y conscientes que las cosas no vienen siempre rodadas, pactamos de mutuo acuerdo con Penélope que si era necesaria una cesárea para que naciera Joel, aprovecharíamos la ocasión para hacer la llamada ligadura de trompas, por contra, si el niño podía nacer de manera natural, entonces sería yo quien pasara por el quirófano.
En aquel momento estaba convencido que nacería por cesárea de la misma manera que su hermana Ariadna. La comadrona le había dicho a mi mujer que era "estrecha de caderas" -qué cosas, doce años con ella y todavía no me había fijado- con lo que confieso que creía jugar con cierta ventaja, apostaba a caballo ganador, pero me salió el tiro por la culata...

Llegada la hora y teniendo equipo sanitario y quirófano a punto para intervenir, la comadrona nos daba la noticia:

-El niño viene por abajo!

Y yo repliqué confundido:

-Nooo, si no puede ser, si le dijeron que era estrecha de cader... ¿pero, cómo? ¡si ya tenemos a punto la intervención! el ginecól... ¿estás segura que viene por abajo? Si me pinchas no me sacas sangre...

Nuestro querido garbancito sólo pesó 700 gramos menos que su hermana y era tan menudo que salió, ante mi estupefacción... ¡A la primera y disparado!

Siempre he tenido un gran respeto por el sexo femenino -me crié en una peluquería- y también he sido hombre de palabra, por lo tanto, dicho y hecho. Una vez superado el tiempo prudencial que te recomiendan, concerté visita con el urólogo y después de explicarme los pros y los contras del tema, acordamos día y hora para mi intervención, mi vasectomía.

Debía presentarme en la clínica afeitadito, ningún problema pensé, me afeito desde los doce años, pero no era el pelo de la barba lo que les preocupaba!?! De no haber sido impúdica, me hubiera hecho una foto en el baño desnudo con la maquinilla en la mano y haciendo posturitas extrañas con el espejo en el suelo para ver qué coj...nes afeitaba.

Como no me dijeron exactamente cuál era el campo operatorio que necesitaban y yo no soy médico, me lo rasuré todo! Desde entonces, y de eso ya hace unos cuantos años, no he sido capaz de dejar crecer el pelo de ciertas partes. En cuanto empieza a picar, me afeito. No soporto la idea de que alguien me vea rascándome las partes en público ¡Es feo! Ciertas cosas se deben hacer en privado.

Hay demasiados prejuicios con respecto a la vasectomía y todo se debe a que afecta sólo a los hombres. No somos buenos pacientes, no soportamos el dolor como las mujeres, somos unos blandos!?!

Creemos que vamos a perder la virilidad, las ganas y el norte, cuando en realidad, y por experiencia propia, el hecho de no tener que pensar en nada más que en la persona que comparte contigo una de las sensaciones más deliciosas de las que el ser humano puede disfrutar, hace que el grado de liberación y placer se vea multiplicado por mil!

Me dije a mi mismo momentos antes de la intervención:

-Tomaré alguna cosa para tranquilizarme en el bar de delante de la clínica. Pedí un refresco de cola sin pensar, la publicidad funciona.

Éste es el último trago como hombre con posibilidades de perpetuar la especie, medité.

¡Tonterías! ¡Yo ya hice mi trabajo!

Con más nervios encima de los que ya llevaba puestos de casa, me encaminé hacia el quirófano.

El urólogo y yo éramos los únicos representantes masculinos en el quirófano, el resto eran mujeres. Los ojos de las enfermeras eran discretos y agradables. Mi instinto me decía que admiraban mi decisión, al menos así lo quiero creer. Siempre he sido muy reservado y vergonzoso con mi intimidad, pero con los pantalones en los tobillos y mostrando mis partes ante personas desconocidas, consciente y maduro, lo acepté con total normalidad y sin ninguna vergüenza.

-La parte de la anestesia es la más dolorosa -me advirtió el doctor- pero será un momento.

¡Ni que lo digas! Es angustioso pensar que un testículo tuyo está sufriendo el ataque de una aguja.

La anestesia hizo su efecto y la intervención dio comienzo. Tumbado en la mesa de operaciones imaginaba lo que hacían sin sentir ningún dolor. A mi derecha se encontraba todo el equipo médico. Minutos más tarde noté que cosían y pensé: ¡Ya está! ¡Una brizna de felicidad que duró poco, la naturaleza del hombre, así como la de los machos del planeta, por regla general, nos hace poseedores de dos testículos y no de uno, por lo que el equipo médico cambió de lado en un tris y ¡Ala! empieza de nuevo...

Más anestesia, abrir, cortar y coser, como coser y cantar.

El grado de confianza con las enfermeras -ya me habían visto desnudo- hizo que me sintiera tan a gusto que incluso estuve en pie hablando con el doctor y las enfermeras un buen rato, desnudo de cintura para abajo, hasta que me advirtieron que ya no era necesaria la exhibición!

Media hora más tarde volvía a estar en el bar tomándome un cortado, solo que me fue difícil subir al mismo taburete. La sensación más molesta que tienes durante una semana es la misma que te queda después de un golpe en la entrepierna. Hacemos un montón de posturas al día que afectan a las partes, especialmente si las tienes sensibles. Si se te cae alguna cosa y estás sentado, instintivamente para que no llegue al suelo, cierras las piernas y, ¿Qué tenemos entre las piernas? ¡Exacto, eso!

Y te lamentas, pero aguantas porque las molestias van desapareciendo.

A la pregunta de cuándo nos tenemos que volver a ver con el doctor, la respuesta tiene trampa:

-Aproximadamente al cabo de unas veinte eyaculaciones, me dice.

La primera semana no cuenta, no mantendrás relaciones, tampoco estás por la labor.

Hagamos cuentas: Si para eliminar restos de los conductos necesito 20 descargas ¿Cuánto tiempo sería el adecuado para presentarme a la analítica? A razón de una vez por semana estaría poco menos de seis meses, pero ¿No sería eso demasiado tiempo? ¿Y si me presentara al cabo de quince días? Sería una fantasmada, ¿No?

Me preguntaba a mi mismo:


-Toda esta información ¿Será usada para las estadísticas que se publican de vez en cuando en prensa? De esas que hablan de si el 84% de los catalanes mantiene relaciones a razón de una vez a la semana, y bla, bla, bla... que con respecto a la media mundial representa un nivel muy bajo... claro como sólo ahorramos y no gastamos...

Yo me presenté al cabo de un mes y medio convencido de que ello ayudaría a mejorar las estadísticas, todo por la patria, que no digan de los catalanes.

Te sientes bien contigo mismo, una vez has pasado el apuro, no notas la diferencia. Entonces te vendes, empiezas a tirar los tejos y la caña a las amigas de tu mujer, bromeando, como no hay riesgo de quedar embarazada...

2 comentarios:

sargantana dijo...

ostres....ostres...ostres...em ploran el ulls de tant de riure!!!
com pot esser que la gent no comentes res??
ostres nen...molt bo eh!! molt!!!
jajajajajajajajjajaj

Els del PiT dijo...

Noia, és per això que vaig tancar aquest blog en castellà (en part)
:-(
De tota manera aquest (com tants d'altres) són del principi i no tenia gaire seguidors (a banda dels amics i la família).
Potser hauré de fer un refregit de posts al PiT...

-Ara esteu jugant al gat i la rata, oi?

-No avi, faci el favor de no destorbar, home.