sábado, 19 de enero de 2008

Residencia Escolar Belloch

Recuerdo el primer día de curso en el Belloch. A la edad de seis años me metieron en un autocar poco antes de las nueve de la mañana para ir al nuevo colegio.

Una cosa que recuerdo de ese día, aparte del trayecto hacia la escuela por carretera en medio de bosques frondosos, es que un niño, Jordi Coromina, me estuvo pidiendo a la hora del recreo que le cediera la portería, yo no quería porque había sido el primero en tocar la portería y el que llegaba primero era el portero. Tras mucha insistencia le cedí el puesto y se puso muy contento.

Allí tenía un buen amigo, Josep Mª Badia, a quién ya conocía de antes, su madre era muy amiga de la mía. Algunas veces íbamos a su casa a jugar a los Madelman, estaba bien, pero a nosotros nos gustaban más los Geyperman.

Recuerdo el día que mejor lo pasé en casa de los Badia, teníamos cuatro años y él tenía un coche a pedales de color blanco y corríamos por todo el comedor alrededor de la mesa. La sensación de libertad al desplazarme conduciendo aquel vehículo hacia donde yo quería era lo que me hacía sentir bien, yo decidía donde quería ir.
La cocina era enorme y tenía una chimenea que le daba lumbre, era el lugar de la casa donde mejor se estaba. También había un piano de pared desafinado en el comedor.


Cuando mi amigo era bebé su padre murió, siempre me ha entristecido el hecho de que no lo llegara a conocer, de todos modos, él era el menor de seis hermanos mucho más mayores.

Yo no me puedo quejar, tuve padre hasta los dieciocho años y, después de unos años de no verlo, mi padre se convirtió en el hermano mayor que nunca tuve.


Volviendo al Belloch diré que fue una buena escuela en un buen entorno y con muy buena gente. Pasé los ocho cursos de rigor con profesores interesantes como Cayetano Rilova, también un matrimonio, el Ferreño y la Nerín, quienes nos hablaron, por primera vez en quinto, de sexo, con la frase resumen del Ferreño contestando:

-Hacer el amor es tan agotador como jugar un partido de fútbol, o más...

La señorita Sussi de Plástica, Serrat, Manolo, Martínez y otros profesores no tan geniales que no citaré como la señora Pueyo y su Mehari verde... ¡Ay! ya lo hice...

Allí había gente a quien todavía veo y mantengo buena relación, otra que no veo nunca y alguien a quien veo y no saludo convencido de que no me recuerda... o eso es lo que pienso yo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Com t'entenc, tan sols els que vàrem viure aquells anys en el Belloch ho pot compendre.
quina infància més feliç!

Dedeu dijo...

Nosotros somos tres hermanos, que tenemos buenos recuerdos de nuestra estancia en Belloch,pero ha diferencia de vosotros íbamos de colonias,para pasar unos dias, cuando vosotros acababais el curso, llegamos nosotros de diferentes escuelas, como premio por buenos alumnos.....