viernes, 29 de febrero de 2008

La peor llamada recibida en el despacho.

Es una tarde del último día de octubre, parece más tarde de lo que es en realidad. Amenaza lluvia, la tarde es demasiado oscura. Estoy en el despacho de la agencia inmobiliaria.
Suena el teléfono de mi mesa, llama la secretaria:

-Sergi, tu suegra por la línea 1 -aprieto el botón de la línea muy extrañado-.
-Hola Elma ¿qué tal? -la voz entrecortada de mi suegra me sorprende, pasa algo.
-Sergi... mmm... que Idoya y Carlos... han tenido un accidente en la moto...
-¡Pero, qué dices! ¿Cómo? ¿Qué ha pasado?
-Bueno... no he querido hablar con Penélope y por eso... te llamo a ti... no le digas nada... bueno dile sólo que ha tenido un accidente y que... está muy mal, han ido al hospital, pero está muy mal. Venid en seguida... que está muy mal -la cosa es seria, me temo lo peor-.
-¿Dónde estáis vosotros?
En aquel momento tenía los compañeros del despacho preocupados a mi lado pendientes de mi reacción, estaba trastornado.
-En Figueras... en el... tanatorio... Idoya ha muerto... han muerto los dos -me dice y se echa a llorar-.

El ambiente del despacho está bastante cargado del humo de tabaco negro de Santi C. los demás lo hemos dejado. Me quedo helado, me falta algo de aire, tengo la mirada perdida en el mapa de la pared y las lágrimas inundan mis ojos.

No me lo creo, no puede ser. Idoya es la hermana mediana de tres, menor que Penélope, tiene diecinueve años, toda una vida por delante y un novio que no gusta a nadie, un desgraciado que todos tenemos que soportar y que la lleva por caminos equivocados.
-Voy a buscar a Penélope y vamos para allá.
-Sergi... no le digas nada, sólo que ha tenido un accidente.
-... Bueno... ahora mismo salgo a buscarla y venimos...

Llamo a casa y hablo con mi hermano, le digo que Penélope se prepare para ir a Roses, Idoya ha tenido un grave accidente en moto y tenemos que ir.

Salgo del despacho con la cabeza confusa y llena de interrogantes.

Por el camino ella me va haciendo preguntas como:
-Pero ¿Qué te ha dicho mi madre?
-¿Cómo ha sido?
-¿Qué tiene exactamente mi hermana?
-¿Dónde está?
Yo uso evasivas constantemente. Insiste y yo pienso:
¿Qué razón existe para no contar algo tan importante a la persona que amo?
Sus interrogantes se me clavan en el cerebro y no puedo más, tengo que decírselo, no puedo continuar así. Desvío el coche hacia la primera área de descanso de la autopista que encuentro y mirándola a los ojos le confieso lo que sé...
Nos abrazamos y lloramos.

En el año 1990, el día de los Santos Difuntos, mi cuñada Idoya era enterrada en el cementerio del pueblo que la vio nacer, crecer y morir en un periodo demasiado corto y con toda una vida por delante. La vida es injusta en ocasiones para los que nos toca vivirla, pero la muerte prematura lo es siempre.

El mismo día, a la misma hora y a unos cien metros del nicho de mi cuñada, era enterrado Carlos.
El aire de aquella mañana era frío y el cielo era gris, muy gris...

Con el drama que se vivía en Roses, la familia necesitaba cambiar de aires por un tiempo y se marcharon a Tenerife, donde tenían un piso para pasar las vacaciones después de cerrar el restaurante al final de cada temporada.

Mis suegros, una vez allí y al cabo de un tiempo, hablaron de nosotros con una amiga de Santa Cruz que tenía problemas.
Esta amiga tenía dos hijas, una pizzería, una tienda de ropa y un centro de estética. Todo eso en la misma calle. Ella llevaba la pizzería y el centro de estética a ratos, la hija mayor no llevaba nada y trabajaba en una agencia de viajes y la pequeña se encargaba de la tienda. Ante la posibilidad de que Penélope se encargara del centro de estética -ya tenía la experiencia de esteticista en la peluquería de mi madre- y que yo me encargara de la pizzería -ya que tenía la experiencia del restaurante- nos convencieron de la necesidad de ir a vivir a Tenerife, así, también, cambiar de aires.

Dejé la agencia con facilidad, no me costó mucho dar el paso.




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