lunes, 4 de febrero de 2008

Los hombres no lloran

He contenido lágrimas viendo algunas películas y escuchando algunas canciones, pero ahora pienso que no ha merecido la pena ese esfuerzo.
Quiero expresar y reconocer que soy hombre de lágrima fácil... y estoy cansado de esconderme. Toda la vida hemos oído decir que los hombres no lloran, ¡mentira! O que no deben llorar en público, otra falacia. ¿Quién lo inventó? ¿Un militar? ¿Y para que? No hemos nacido para matar ni para hacer la guerra, ¡no señor!
Las circunstancias están llevando a la Humanidad al desastre. Recordad aquello de: "Homo homini lupus" (El hombre es un lobo para el hombre).
"Los hombres no lloran" es una frase recurrente que usa algún adulto para apaciguar a un niño que se ha hecho daño -cada vez menos por suerte- sin pensar que esa es una de las frases más penosas que se le pueden decir, precisamente, a un niño. Es totalmente natural que los niños lloren cuando se hacen daño.
Los humanos tenemos la capacidad de expresar nuestro dolor, nuestros sentimientos y emociones, incluida la alegría, llorando, como cuando éramos niños. La diferencia radica en la contención del modo en el que lloramos. Nuestro llanto no debería convertirse en un acto de morbosa exposición pública, como el niño dentro del supermercado cuando la madre no le quiere comprar aquello que quiere. Respecto a eso, me viene a la mente el anuncio televisivo de la madre en un supermercado viendo a su hijo a punto de armar el show, antes que el niño empiece, ella se echa a "llorar" de rabia y a arrastrarse por el suelo ante la estupefacción de su hijo, quién evidentemente reprime sus intenciones al ver a su madre en aquel estado. La mejor defensa es un buen ataque, como diría Cruyff.
Una vez oí a un niño de unos tres años diciéndole a su madre: -Mamá, cómprame algo para que me calle!
Increíble capacidad de manipulación de un niño tan pequeño. La madre le compró algo y el niño se calló... yo pensé: ¡Dale algo para que llore! Por fortuna no todos son así...
Las maneras que usamos para expresar dolor no tendrían que ser reprimidas. He visto caras compungidas en funerales que aguantan impasibles el llanto, contenidas por el qué dirán. Cada vez se hace menos caso, afortunadamente, del qué dirán y poco a poco vamos aprendiendo a llorar en público. El llanto contenido sólo nos provoca más dolor. ¡Expresémonos libremente, dejémonos llevar por la emoción!
¿No reímos cuando tenemos ganas? Incluso soltamos lágrimas sin vergüenza, luego ¿por qué tenemos que disimularlas si lloramos de tristeza o de pena?
¿No tenemos corazón? ¿No late? Si estamos vivos ¿por qué no demostrarlo a los demás?

Aparte de todas las veces que lloré siendo niño y no recuerdo, hay unas cuantas que sí tengo grabadas a la memoria. No me refiero a las veces que he llorado por la muerte de alguna persona querida o a las que lo he hecho al cambiar de escuela o de lugar de residencia... Tampoco me refiero a cuando ves llorar a tu madre y eso que es, al menos para mí, el acto que me provoca la lágrima automática más rápida. Me refiero a pequeños momentos, que no por pequeños son menos importantes.

Me he emocionado con el nacimiento de nuestros hijos, nos hemos mirado mi esposa y yo, las lágrimas han inundado nuestros ojos mientras nos decíamos: ¡Ya está!
Con ojos llorosos he celebrado el reencuentro con ex compañeros de escuela que hacía muchos años que no veía.
La Ceremonia Inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona me sorprendió cuando vivía en Tenerife con Penélope, justo el mes antes de casarnos, mientras preparábamos todo para volver, vi la Sardana y yo, a pesar de no ser aficionado a las sardanas, me eché a llorar con "La Santa Espina".
En una noche de tormenta, hacia las cuatro de la madrugada y dando el biberón a Ariadna, de pocos meses, en la tele un concierto de Garth Brooks, escuchando aquellas letras tiernas con notas country me llegaron al corazón...
El cartón de tabaco que me regaló Ricki cuando yo era estudiante fumador de Ducados y pocas pelas, no me esperaba aquel detalle.
La lista de Schindler sólo en la butaca del cine, rodeado de desconocidos y separado de mi mujer porque la sala estaba llena y yo llorando de pena, emocionado y sin pañuelo.
Mi despedida de soltero con los del grupo. No era el vino, era puro sentimiento.
En nuestra boda, cuando escuchaba la música de la ceremonia y sobre todo cuando mi hermana recitó aquel poema que nos hizo, mientras mi hermano la acompañaba al piano con un tema suyo.
Recientemente con unas fotos de la miseria que hay en África.
Escribiendo historias en el blog...
Demasiados momentos para escribirlos todos.
¿A pesar de lo que se diga, los hombres de hoy en día sabemos llorar, abrazamos a los amigos y también nos damos besos en la mejilla sin ninguna vergüenza.
¿Porqué debería estar mal visto?




No hay comentarios: