No me gusta San Valentín, no lo siento mío en absoluto, es un invento de los americanos ¿no? Sant Jordi es el día del libro en Cataluña y además, es el día oficial de los enamorados catalanes... a las rosas ¿no?
Qué obsesión por comprar una rosa que tenemos los catalanes. El día de los enamorados tiene que ser cada día que empieza, ya sea San Valentín, Sant Jordi o San Nosequé -y porqué no Santa... ¡ah, no! que éste ya tiene reservada la Navidad.
Tienes que mostrar tu amor hacia la persona amada a diario, que, aparentemente, parece cosa fácil, pero en realidad es la cosa más difícil del mundo. Demostrar que amas a una persona todo el año si llega el día de los enamorados y no piensas en ello, es un error aunque no lo sientas como propio, ya que infinidad de tiendas, anuncios de radio, televisión y en los periódicos no dejan de restregártelo por la cara dandote a entender que eres un rata si no piensas en comprarle alguna cosa.
De nada te sirve la excusa de decirle que la quieres todo el año, si no tienes un detalle preparado.
Un día como hoy, hace diecisiete años, Penélope y yo salíamos de casa mi madre para ir a vivir juntos a Tenerife. Ésta es la verdadera razón de ser del día catorce de febrero, no San Valentín. Teníamos veintidós añitos e íbamos cargados con todas nuestras cosas, abandonábamos el nido y poníamos en marcha nuestra vida en convivencia. Con todo lo que nos hacía falta cargado en el Opel Corsa rojo de ella, iniciábamos el camino hacia Cadiz, donde tomaríamos el Ferry que nos llevaría a la isla.
Una de las cosas que echo más de menos de vivir en Tenerife es que por Sant Jordi no regalé a Penélope una rosa, sino quince al precio de una de aquí.
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