domingo, 9 de marzo de 2008

Jornada de reflexión

Ayer pasé el día entero reflexionando, por eso no pude colgar ningún escrito.

La noche del viernes, Ariadna fue a dormir a casa de Maria, una amiga, y Joel invitó a una amiga, Marina, a dormir a casa, para compensar.

Me levanto de la cama dispuesto a reflexionar mientras desayuno, pero me es difícil con la pareja de incontinentes verbales que tengo delante, tomamos tostadas, cereales y chocolate. Por la mañana cuido de ellos, que no se hagan daño. Cantamos canciones al piano, es imposible reflexionar. En el momento que se conectan a un videojuego, aprovecho para reflexionar:

Hoy es ocho de marzo, día de la mujer trabajadora. Es triste que exista un día con esta denominación. No conozco a ninguna mujer que no haya trabajado nunca.
Las tareas del hogar no son remuneradas cuando la que las hace es la esposa, pero eso se tiene que considerar trabajo, que lo es y mucho.
¿No cabe decir que si, encima, la mujer trabaja fuera de casa rozaría la explotación ¿No?
Mi madre ha trabajado toda la vida y morirá trabajando si no lo impedimos.
Desconozco el día del hombre trabajador, más bien al contrario, conozco el día del hombre ganso, que es cada día de fiesta que desperdicias tumbado en el sofá mirando deportes por la tele desde primera hora de la mañana.
La mujer, por su propia naturaleza e instinto, nace con un interruptor que la mantiene a punto para hacer cosas -también las hay que hacen la gansa, sin deportes, pero la gansa al fin y al cabo-.

Comportamiento de mis hijos ante una misma situación a la edad de dos años:
Una zapatilla mía -de las de estar por casa- en el pasillo de las habitaciones.
Ariadna.
La recoge y me riñe moviendo la zapatilla como lo hacía mi madre diciendo:
-Paaapaa, a ver si recoges la zapatilla, hoooombreeee... se encamina a mi armario moviendo la cabeza de un lado al otro mientras dice:
-Cachiiiiiis... y la guarda en su sitio, con la otra.
Joel, tres años y medio más tarde, aprovecho para ponerlo a prueba con la experiencia de Ariadna.
En el mismo pasillo dejo una zapatilla. Él está en la habitación desordenándola seguramente. Lo llamo con la intención de que salga de la habitación y tope con la zapatilla. Tras un par de intentos sale y topa con la zapatilla, de tal manera que tropieza y cae al suelo -ya lo hace a menudo eso, tiene mucha habilidad para ello- acto seguido toma la zapatilla, me mira y la convierte en su nuevo juguete, en ¡Un coche! La arrastra por el pasillo haciendo ruido de motor con los labios.
Diferente actuación en similar situación.
Eso demuestra sólo la actitud de mis hijos, no quiere decir que no pudiera pasar a la inversa, hay variedad de colores, pero no sería nuestro caso.
Ojalá no fuera necesario un día como éste, pero si de alguna manera sirve para ganar reconocimiento y tiene carácter reivindicativo, está bien. Una jornada para tener en cuenta.
Exceptuando a cuatro mujeres mal contadas en el mundo que no pegan ni sello, el resto tendría que celebrarlo durante el año entero.
Va pasando la jornada de reflexión y todavía no he pensado en política, mejor, la cosa va bien.
Después de marcharse Marina con su madre, comemos en familia, sólo puedo reflexionar sobre los espaguetti, me han quedado salados, según Ariadna estoy muy enamorado.
Siesta de reflexiones oníricas.
Ariadna va a la fiesta de aniversario de Ana Q. Me pilla mi esposa para ir a comprar unas zapatillas de deporte y un chándal a Joel en ¡SÁBADO!
La alergia que tengo a las compras empieza a brotar, pero se disipa rápidamente al ver que encontramos aparcamiento fácilmente y no hay nadie en las tiendas que visitamos.
Terminamos y vamos a casa de los Q. a la fiesta donde es imposible reflexionar, hay demasiada gente y demasiada tele.
Por la noche mi madre se queda en casa con los niños y nosotros vamos a cenar fuera con los padrinos de Ariadna. ¡No es hora de reflexionar!
Una vez en casa, acariciado por el silencio de la noche, poco a poco... lentamente... sin ruido... voy empezando... intentando... reflexi... o... na... ndgndgndg... -me duermo.


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