Por la mañana, mientras desayunamos en casa, escuchamos la radio para ponernos al día de lo que pasa en el mundo. Los ojos dormidos de mis hijos se clavan en la caja de cereales y leen en voz alta hasta que les llamamos la atención por que es tarde y tienen que ir al colegio, además, casualmente, el punto más álgido de la lectura coincide con la pequeña sección de deportes de la radio minutos antes de las ocho.
Leer mensajes en las cajas es un fenómeno parecido a cuando estás sentado en el inodoro y lees las etiquetas del champú, la marca de las toallitas húmedas, las frases que hay en los enormes paquetes de pañales -ahora ya no compramos, afortunadamente.
He aprendido más portugués en el lavabo que escuchando temas brasileños de Djavan o Caetano Veloso.
Si el lavabo es demasiado grande para llegar a distinguir el texto de las etiquetas, acabas mirando al suelo y buscando caras en el dibujo de las baldosas.
Es preferible la baldosa antigua a la cerámica actual, parece que tiene más solera e historias que contar. Las aguas blancas en la baldosa rojiza del lavabo de la casa rosa eran espectaculares. El terrazo no es muy generoso en caras, es más rico en formas, cubistas por descontado.
Daría para hacer un programa entero de Cuarto Milenio, de Iker Jiménez en la cadena Cuatro, la progre, lo imagino diciendo:
Observamos las imágenes del suelo, son caras de algún espíritu que quiere manifestarse, realmente son espeluznantes y ponen los pelos como escarpias.
No sé cómo se lo hace la gente para leer un libro mientras hace el cuatro en el lavabo, lo he probado alguna vez, pero se me duermen las piernas y el culo. De hecho, se me duermen aunque no lea debido a que -y no querría ser escatológico por que seguro que es hora de comer- me distraigo con facilidad, muchos pensamientos llenan mi cabeza e incluso me olvido de qué hago allí.
Cuántas frases célebres, poemas y canciones se han hecho en la intimidad de un lavabo.
¡Luego sale lo que sale! ¿Qué pensaría el autor de uno de esos libros al saber que su obra ha sido leída íntegramente en el lavabo?
Probablemente le sería indiferente, mientras el libro se lea, no es relevante dónde se haga, pero otra cosa realmente importante es que al lector de inodoro no se le agote el papel higiénico.
De pequeño me quedé dormido en la taza cuando todavía no alcanzaba el suelo con los pies. Abrí los ojos en el preciso momento de estampar mi frente en el suelo. La marca que quedó en la baldosa sería digna de estudio en Cuarto Milenio, pero la marca en mi frente era de película de terror. En la actualidad, de vez en cuando, tengo este sueño, estoy sentado en la taza y me duermo, abro los ojos justo cuando estoy a punto del batacazo, me sobresalto en la cama y despierto asustado.
¿No habéis estado nunca en un vagón de metro o de tren, con un desconocido al lado leyendo tu periódico o revista? Te sientes observado y percibes otros ojos, aparte de los tuyos, sobre el papel, leyendo o mirando las fotos. Yo lo he hecho alguna vez, es inevitable.
Cuando estudiaba en Barcelona me sucedía a menudo esta situación y la verdad, es un poco incómodo por que no sabes nunca si pasas la página antes que hayan terminado de leerla.
Ojos extraños que invaden tu intimidad.
Es un acto involuntario, no creo que nadie lo haga queriendo. De todos modos, no es tan importante si quien lee es la persona de enfrente como si es la de tu lado, a la de enfrente no le molestará que pases las páginas y pronto habrá acabado.
Siempre tenía la tentación de pedir permiso para pasar hoja del periódico...
Leer mensajes en las cajas es un fenómeno parecido a cuando estás sentado en el inodoro y lees las etiquetas del champú, la marca de las toallitas húmedas, las frases que hay en los enormes paquetes de pañales -ahora ya no compramos, afortunadamente.
He aprendido más portugués en el lavabo que escuchando temas brasileños de Djavan o Caetano Veloso.
Si el lavabo es demasiado grande para llegar a distinguir el texto de las etiquetas, acabas mirando al suelo y buscando caras en el dibujo de las baldosas.
Es preferible la baldosa antigua a la cerámica actual, parece que tiene más solera e historias que contar. Las aguas blancas en la baldosa rojiza del lavabo de la casa rosa eran espectaculares. El terrazo no es muy generoso en caras, es más rico en formas, cubistas por descontado.
Daría para hacer un programa entero de Cuarto Milenio, de Iker Jiménez en la cadena Cuatro, la progre, lo imagino diciendo:
Observamos las imágenes del suelo, son caras de algún espíritu que quiere manifestarse, realmente son espeluznantes y ponen los pelos como escarpias.
No sé cómo se lo hace la gente para leer un libro mientras hace el cuatro en el lavabo, lo he probado alguna vez, pero se me duermen las piernas y el culo. De hecho, se me duermen aunque no lea debido a que -y no querría ser escatológico por que seguro que es hora de comer- me distraigo con facilidad, muchos pensamientos llenan mi cabeza e incluso me olvido de qué hago allí.
Cuántas frases célebres, poemas y canciones se han hecho en la intimidad de un lavabo.
¡Luego sale lo que sale! ¿Qué pensaría el autor de uno de esos libros al saber que su obra ha sido leída íntegramente en el lavabo?
Probablemente le sería indiferente, mientras el libro se lea, no es relevante dónde se haga, pero otra cosa realmente importante es que al lector de inodoro no se le agote el papel higiénico.
De pequeño me quedé dormido en la taza cuando todavía no alcanzaba el suelo con los pies. Abrí los ojos en el preciso momento de estampar mi frente en el suelo. La marca que quedó en la baldosa sería digna de estudio en Cuarto Milenio, pero la marca en mi frente era de película de terror. En la actualidad, de vez en cuando, tengo este sueño, estoy sentado en la taza y me duermo, abro los ojos justo cuando estoy a punto del batacazo, me sobresalto en la cama y despierto asustado.
¿No habéis estado nunca en un vagón de metro o de tren, con un desconocido al lado leyendo tu periódico o revista? Te sientes observado y percibes otros ojos, aparte de los tuyos, sobre el papel, leyendo o mirando las fotos. Yo lo he hecho alguna vez, es inevitable.
Cuando estudiaba en Barcelona me sucedía a menudo esta situación y la verdad, es un poco incómodo por que no sabes nunca si pasas la página antes que hayan terminado de leerla.
Ojos extraños que invaden tu intimidad.
Es un acto involuntario, no creo que nadie lo haga queriendo. De todos modos, no es tan importante si quien lee es la persona de enfrente como si es la de tu lado, a la de enfrente no le molestará que pases las páginas y pronto habrá acabado.
Siempre tenía la tentación de pedir permiso para pasar hoja del periódico...
2 comentarios:
Me he reido un monton, lo que dices es cierto, nunca pense que alguien se le ocurriera escribir sobre ello!! Me encanta tu blog, tienes un estilo muy especial escribiendo. Lo he descubierto hace poco y por casualidad. Aprovecho tambien para agradecerte que lo hayas traducido, yo soy de Galicia.
Un blog genial, gracias por compartir tus memorias o anecdotas con nosotros.
No sabes la ilusión que me hace publicar tu comentario. Me siento muy alagado por tus palabras, es una alegría que te guste mi blog.
Escribo para mí, para la gente que me conoce y también para gente como tú.
Graciñas!
Publicar un comentario