sábado, 5 de abril de 2008

Añoranza.

Mi esposa se marchó ayer a Mallorca, parece ser que a un cursillo de estética de tantos a los que suele asistir, pienso que se lo combinó para descansar del trajín que ha tenido que coordinar para mi aniversario.

Antes de marcharse me dio algunas instrucciones para el fin de semana como las cosas que había que comprar, qué cenarían los niños esa noche, etc.
Confeccioné una mini lista en la pizarrita de la nevera y le hice una foto con el móvil aprovechando la tecnología. Fuet, tomates para untar al pan y libritos de lomo para los niños, todo podía comprarlo en la misma calle donde debía hacer un encargo.
Ese mediodía comimos canelones en casa con Penélope, elaborados en la misma tienda a la que iría a comprar.

Por la tarde y después del encargo, me dirijo a la tienda a comprar. Unos metros antes busco la fotografía en el móvil, pero me da un error y no aparece, ya está ¡Qué cagada!
Dos cosas tenía claras: Fuet y tomates para untar. Llamo al móvil de Ariadna con la esperanza de que me lea la larga lista de la nevera, pero sale el contestador.
Entro en la tienda y cojo longaniza al vacío, el encargado me pregunta si sólo quiero eso y le digo:
-No, también querríaaa... estoooo... canelones, que los hacéis muy buenos.
No hace ni cuatro horas que mi mujer se ha marchado y ya la añoro. Toda la tranquilidad que sientes al saber que cada uno se encarga de sus tareas en casa te falta cuando estás solo ante el peligro. Quería hacerlo bien para no acabar cenando pizzas o mixtos de jamón y queso.
Por la noche en casa, la niñera de mis hijos, Elena, me pregunta por los libritos de lomo y le cuento lo de la foto del móvil. Me prepararé un bocadillo de pan con tomate con longaniza, como ya he ido a comprar tomates y longaniz... suena el teléfono.
-Hola cariño, ya hemos llegado a Mallorca... bla, bla, bla... ahora estamos en el taxi dirección al hotel.
Le explico lo de la foto del móvil y se ríe. Mientras hablamos me doy cuenta que he olvidado un pequeño detalle, comprar tomates para untar está bien, pero tienes que tener pan donde restregarlos si no quieres hacerlo sobre galletas María. Mi mujer siempre compra el pan y no había caído, como no estaba en la lista. Nos despedimos, cuelgo y salgo a toda mecha a comprar pan, dispongo de diez minutos para hacerlo. Seis horas sin ella y cómo la añoro.
Esta mañana, temprano, muy temprano, paseaba por la inmensidad del bosque de los sueños, allí donde nuestra mente se libera y toma el brazo de la señora imaginación, el lugar donde todo es posible y no eres consciente de lo que haces.
Me permito esta licencia para no decir que dormía profundamente como una marmota, no estoy seguro de si me encontraba inmerso en la fase REM del sueño, donde sufrimos los sueños más intensos o la Apetecandemor, ese estado en el que eres incapaz de recordar aquello que has soñado, voluntariamente o no -fenómeno parecido a la extraña pérdida de memoria en plena resaca después de una borrachera que quieres olvidar.

Con la cama entera para mí solo, mi posición era similar a la que adoptan los que se lanzan al vacío desde una avioneta, boca abajo, con los brazos completamente estirados, la almohada por encima de mi cabeza y las piernas muy separadas, como el hombre de Vitrubio caído de un quinto piso, vamos.
De repente suena el despertador ¿O es el teléfono? No, el despertador, pero ¿Quién lo ha puesto en marcha, si hoy es sábado? Es el teléfono, no hay duda, pero ¿Quién llama a estas horas? Me acerco a la mesita de Penélope y descuelgo...
-¿Ssssí...?
-¡No me digas que os habéis dormido! -dice una voz parecida a la de mi esposa.
-¿Cómo? ¿Qué dices? -despierto- Cariño hoy es sábado -le digo.
-¿...?
Se queda en silencio por un momento y se disculpa, creía que era viernes. En su preocupación por nosotros, de que todo estuviera en su lugar y controlado, ha pasado este pequeño detalle por alto.
Añoranza no sería precisamente la palabra que hubiera usado en ese momento, pero es mi esposa y lo que cuenta es la intención, casualmente a los pocos minutos se han levantado mis hijos y yo con ellos.

Penélope, dos cositas:
Tranquila, pásatelo bien, aprende mucho y relájate, que nosotros estamos muy bien como puedes imaginar. He hinchado las ruedas de las bicicletas de los niños, les dejaré dinero para que pasen lo que queda de fin de semana y unas llaves de casa, si quieren hacer una fiesta les he dicho que lo quiero todo recogido para cuando tú llegues, yo ahora me marcho a un balneario y ya volveré el domingo, más o menos como tú, a la hora del fútbol.
Te ama y te añora.
Tu marido.




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