La segunda vez que me pidieron hacer de padrino me sorprendió, quedé patidifuso, desconcertado y horrorizado, pero acepté.
Mis suegros, después de compartir más de veinticinco años de vida en común además de tres hijas mayorcitas, se casaban -por lo civil como se dice- y yo era el escogido para ser el padrino.
Recuerdo que tardé bastante tiempo en digerirlo, pero al fin, justo la noche anterior preparé un poema, o una cosa parecida.
Siempre he defendido la teoría del día antes y aún más la teoría de la noche antes.
Los momentos de máxima inspiración me sobrevienen a menudo fruto de las prisas, cuando dispongo de poco tiempo.
Penélope y yo vivíamos en casa de mi madre. Ella para poder ir a estudiar con facilidad a Barcelona y yo sólo por el simple hecho de ser hijo de mi madre. Teníamos que ir a Roses el mismo día de la boda, a ciento treinta kilómetros de distancia y la boda era hacia las doce, este fue el primer error.
Como siempre, el tiempo se escurrió con facilidad exasperante y salimos pitando camino al Empordà. A los ciento diez kilómetros de viaje hicimos repaso con Penélope de las cosas que debíamos llevar -algo que se debe hacer en casa, jamás dentro del coche en marcha- aquí cometimos el segundo error.
Los nervios de la ocasión no nos dejaban pensar con claridad, pero cuando me preguntó por el poema, un: -Mecag...! precedió a toda una serie de pensamientos que estallaban en mi cerebro: No puede ser que me lo haya dejado en casa... ¡Piensa Sergi!... Pero conduce, cuidado con el camión... Qué sudor frío me sube por la espalda... Tengo la mente en blanco... ¡Qué marrón!... Me pongo verde, azul, gris y ... Morado ¿Morado? No morado no... lila, jod... ¡Cuántos colores...!
En este instante el surrealismo se apodera de mí y sufro un batiburrillo de ideas, a cuál más idiota:
¿Y si nos perdemos la boda? ¿Y si nos encerramos en cualquier hotel y nos olvidamos de todo? ¡Jod... Sergi, que es la hija de los novios! Inventa algo, recuerda, recuerda, ¡Recuerda!
La única cosa que recordaba vagamente era el final del poema:
... y vamos cono Alfredo que impaciente te espera... o una cosa parecida, claro que muy impaciente no debería estar, conocía cada gesto de la novia a la perfección, no en vano llevaban juntos un siglo y medio. ¿Porqué tengo que hacer esto?
Mis escuálidas piernas no querían entrar en la casa, me sentía como un cordero camino del matadero.
Qué desgracia y qué vergüenza, con veinte añitos. No recuerdo con precisión qué dije una vez dentro delante de mi suegra enfundada en un vestido de novia y los parientes a su alrededor, no lo tenía preparado y de los consejos del profesor Zum referentes a respirar fuerte y abrir las piernas, no me veía capaz de hacerlo si no era dentro de un lavabo, porque me lo podía haber hecho todo encima, como un bebé.
Sin utensilio en las manos que me diera seguridad y las piernas con tembleques, no acabé de creerme que aquello fuera de veras y me estuviera pasando a mí. Al final cité frases que más me sonaban. Quizás empecé con una cosa parecida a:
-Estás Elma tan hermosa...
Para acabar con aquello de:
... y vamos con Alfredo que está en la iglesia esperando...
Tercer error, ni era en la iglesia -se casaban por lo civil en el Ayuntamiento de Roses- ni eran gente de misa, precisamente.
Siempre he tenido una espina clavada por aquello.
Unos veinte años después me veo en la obligación moral de resarcir aquel día y me dispongo a escribir unas escuetas frases para Elma, mi querida suegra:
Unos veinte años después me veo en la obligación moral de resarcir aquel día y me dispongo a escribir unas escuetas frases para Elma, mi querida suegra:
A ti quiero agradecer
que pusieras tanto empeño
en hacerme entender
que tu vida no es sueño.
No fue fácil tu vida
al recorrer el camino
hallaste rosas y espinas
perfumes y castigo.
Agradecido escribo
veinte años más tarde
que el calor recibido
de mi corazón es parte.
Esposa, madre y abuela,
para mi la mejor suegra
de los nietos la alegría
del yerno, buena amiga.
Como se puede apreciar claramente, no tengo casi nada de poeta, pero lo que escribo es de corazón y como más vale tarde que nunca, se lo haré llegar.
A lo mejor me presento en su casa y se lo recito... guardadme el secreto, shshshshsh...
A lo mejor me presento en su casa y se lo recito... guardadme el secreto, shshshshsh...
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