martes, 1 de abril de 2008

Penélope me ha engañado.

Mi esposa me ha tenido engañado desde el primer día que empezó a preparar mi fiesta de aniversario.
Acostumbro a intentar averiguar quién es el asesino en una película o cuál es el truco cuando veo a un mago, pero esta vez he sido incapaz, voluntariamente y bien aconsejado.

Un mes antes fuimos a un restaurante y cuando nos despedíamos del gerente, Penélope le dijo:
-Bueno, ya nos veremos.
Él sonrió y contestó:
-Ya mismo.

No dijo un vale adiós y gracias, no, dijo: Ya mismo.
¿Quiere decir eso que es éste el restaurante escogido? Hay algún tipo de complicidad entre ellos que no descifro. ¿Tiene un affaire con este tipo?

La respuesta a la primera pregunta es no, aunque ante mi reacción, Penélope acabó organizando una cena allí con tres matrimonios amigos nuestros -los que encontraron alguien con quien dejar a los niños.
La respuesta a la segunda pregunta la tendrá que contestar ella misma, pero después de tomarse tantas molestias en todo lo que ha rodeado mi 40º aniversario, tengo algunas dudas, o quizás era para disimular...

Con mi primer intento por averiguar, ella se puso nerviosa y recibí la llamada de mi madre, con sabias palabras me dijo:

-Sergi, Penélope lo está preparando todo con mucho amor. Haz como si no vieras nada, aunque sea evidente. No le digas que te he llamado.

Y no se lo dije, siempre hago caso a mi madre.
Aquellas palabras me han acompañado durante todo el proceso de espera.

No oí a mi hijo un día que íbamos a ver a mi hermano al estudio de grabación, cuando dijo que aprovecharía para jugar en los montones de piedras del patio. ¿Cómo podía saber él que había esos montones? Mis hijos ya habían grabado un tema que sonaría a modo de colofón de la noche de mi aniversario.

Tampoco me di cuenta de nada cuando volví una tarde a casa a buscar una cosa que me había dejado y me encontré a Penélope y Ariadna con la mesa del comedor cubierta de fotografías.

No vi un trocito de los vídeos de felicitación de los compañeros de profesión en el portátil de Jordi, mi socio, cuando cliqueé en la carpeta equivocada.

Ni entendí que el hermano de una amiga, Eva, a quien hacía al menos veinte años que no veía, me preguntara si ella había venido, yo dije: ¿Venido, adónde? ¿Cuándo? Y él dio la vuelta ante mi confusión, y yo hice lo mismo.

Ni siquiera me di cuenta que dentro del ascensor del hotel Nieves Mar de L'Escala estaban Mónica y Rafa parados en nuestro piso en una ligera falta de coordinación. Yo creía que alguien se había quedado encerrado y abrí la puerta para ayudar -quién me manda ser tan buena persona.

Cuando la gente me decía: -Penélope se lo ha currado mucho.
No lo entendía, ir a cenar a aquel restaurante un sábado por la noche, en plena semana santa, sólo dos mesas redondas de gente, en una había una pareja con los padres preparando su boda y la otra, nuestra mesa, cuatro matrimonios hablando de cosas de pareja. Si estaba vacío y no había que reservar ¿Dónde estaba la currada?

Después de la cena fuimos de fiesta... a nuestra casa. Currado, muy currado. Ya me gusta estar en casa, pero me pasmó que me sorprendiera con aquello, a pesar que lo pasamos muy bien.

Al día siguiente, domingo 23, el día de mi aniversario.

Vendrá la familia a casa a merendar.
Comemos en casa de Marc y Sílvia con las prisas de tener que ir a casa a prepararlo todo. Quizás es que la currada viene ahora y nos tendremos que poner a servir bebida y comida a diestro y siniestro después de haber dormido pocas horas. Pero tampoco, todo estaba preparado para que cada cual tomara aquello que quería.

Si a la familia y amigos que vinieron me veo capaz de reunirlos yo mismo en una tarde y por teléfono ¿Dónde está la currada?



Este momento ante la foto de Nuska de pequeñita fue muy emocionante, no fui capaz de partir la tarta. A mi madre le habíamos regalado una foto de Kira de pequeña para que la pusiera al lado de las cenizas cuando murió y me la debía.

La gran currada fue engañarme y hacerme creer, marearme y yo no enterándome de lo que se estaba cociendo.

Este sábado pasado íbamos a L'Escala Penélope y yo a pasar un fin de semana relajante, regalo de mi madre.

Cuando todo apuntaba que iríamos a cenar con Martí y Marta a Peralada, incluso habíamos hablado de en qué coche iríamos, Martí me mostró las obras de mejora que habían hecho en el hotel y al abrir la puerta de una sala empezó a sonar un mambo que no se detenía en el número ocho, seguía hasta el cuarenta al tiempo que una hilera de amigos iba alzando bengalas de color verde fluorescente en la oscuridad.

De la emoción repartí besos a todo el mundo, incluso a Jorge, el marido de Eva, a quien no conocía, supongo que se asustó.

El hecho de estar allí engañado significaba mucho para mí.
Cincuenta amigos nos acompañaron aquella noche en una cena y una fiesta que acabó temprano, muy temprano, entorno a las seis y media de la mañana.

Gente del grupo de antes y del de ahora, hermanos, prima y gente del Collell. Gente que estuvo presente y gente que estuvo en alma. Incluso mi madre trajo a los niños para ese momento y luego los llevó a Roses.

Aquí es donde ya se me cayeron al suelo y entendí la currada de mi mujer y la colaboración de los que nos rodean. Cada uno ha puesto su granito de arena, algunos habrán trajinado piedras como los bastaixos -estibadores del puerto- de la Catedral del Mar, pero todos juntos consiguieron edificar para mí el mejor monumento.

Ahora me resta hacer muchos masajes a Penélope para aligerarle la espalda, es quien soportó más peso.


Gracias Penélope por ser como eres, no cambies nunca. Te amo con locura. Quiero que sepas que no me lo habría perdido por nada del mundo.
Me siento también muy querido y orgulloso de contar con todos vosotros a mi lado.
Gracias, gracias y muchas gracias -parezco Bisbal de la primera Operación Triunfo-.
Para ver más fotos, pincha aquí.
Colgaré los vídeos que se puedan colgar.



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